Ir al contenido principal

Carta al niño que fui

Como mencioné en mi última publicación, la situación ha empeorado notablemente desde la última revisión médica, y las noticias no han sido alentadoras. Estoy trabajando con mi psicólogo para aprender a sobrellevar esta fase final de la enfermedad, y, como parte de ese proceso de aceptación, me sugirió escribir una carta a ese niño que alguna vez fui, antes del diagnóstico, antes siquiera de enfrentar los aspectos más oscuros de la vida. He reflexionado mucho sobre cómo redactar esta carta, sobre qué palabras podría ofrecerme a mí mismo para prepararme ante todo lo que estaba por venir. Se amontonan tantas ideas en mi cabeza, pero intentaré destilar lo esencial en este post, enfocándome en lo que considero más importante.

Lo primero que le diría a ese niño es, inevitablemente, que enfrentará una situación de salud devastadora, algo que trastocará todo lo que hasta entonces conocía. Ese monstruo, la esclerosis, lo golpeará con una fuerza implacable, pero a la vez, le abrirá los ojos para reconocer a quienes realmente tiene a su lado. Esta enfermedad es traicionera; acecha en los momentos de mayor calma y, cuando menos lo esperas, te golpea de nuevo, dejándote peor que al principio. Aunque los desafíos físicos parecerán superables gracias a la resistencia que desarrollarás, los aspectos psicológicos cambiarán irrevocablemente tu forma de ver la vida. Pasarás años librando una batalla interminable, enfrentando un brote tras otro, hasta que un día te cuestionarás si realmente vale la pena seguir luchando o si sería mejor rendirse ante el destino. Escucharás de médicos en varias ocasiones que ya no hay mucho más que hacer, que el final está cerca y no queda nada por intentar. Sin embargo, en esos momentos, sigue luchando, porque, aunque el camino esté plagado de obstáculos, la recompensa será poder compartir algunos años más con las personas que amas. No quiero engañarte, ni a mí mismo; por muchos desafíos que superes, al final llegarás al punto en el que estoy ahora, donde la pendiente se inclina hacia abajo, en la fase última de la enfermedad.

No quisiera, sin embargo, limitar esta carta a hablarte solo de la esclerosis. Quiero que sepas que, a nivel profesional, lograrás alcanzar tus sueños y llegarás a ser profesor en la misma universidad en la que te formaste. No serás el mejor investigador ni el mejor docente, pero habrás alcanzado esa meta que tanto esfuerzo te costó. No destacarás en esos aspectos, pero tampoco será eso lo que busques; lo que anhelarás es encontrar una manera de sentirte útil, de ser válido para alguien.

Confía en ti mismo y en las decisiones que tomes sobre a quién confiar tu compañía en este arduo camino, porque necesitarás un apoyo sólido en los peores momentos. La vida te golpeará con dureza, y será vital tener a alguien con quien compartir ese peso. Esto te llevará a encontrar a la persona más confiable de tu vida, quien te acompañará en gran parte de este trayecto.

Después de todo eso, llegarás al momento en el que me encuentro ahora, donde ya no estoy seguro de si ha valido la pena todo el sufrimiento o si habría sido mejor rendirse mucho antes. He leído un libro recientemente que me ha llevado a profundas reflexiones, y que, de alguna manera, ha disipado gran parte de mi miedo a la muerte. Este libro sugiere que cada uno de nosotros tiene un propósito, algo que aprender en cada vida que vivimos, y que, cuando esta se apaga, otra comienza con un nuevo objetivo y nuevas lecciones. Creo que mi ciclo en esta vida ha llegado a su fin, que mi propósito está cumplido. He sido una figura importante en momentos clave para mi familia y amigos, pero siento que ese papel ha terminado, y que ahora pueden continuar sin mí.

Sé que esto se aleja de lo que mi terapeuta me pidió, pero estoy cansado y ya no me siento parte de esta vida. No quiero permanecer hasta que la enfermedad despoje lo último que queda de mí; prefiero que me recuerden como alguien que, en algún momento, formó parte de sus vidas. Tal vez, en una de esas vidas futuras, encuentre nuevamente un lugar donde sentirme querido y útil.

Perdón si este post no es lo que esperaban, pero al menos he volcado aquí lo que llevo dentro últimamente. No me arrepiento de haber vivido esta vida, en absoluto. He conocido los golpes más duros, pero también he descubierto la verdadera amistad en medio de ellos. Ahora, siento que es momento de que esta fase concluya, de avanzar, porque ya no soy una pieza necesaria en este mundo. Ojalá hubiese pasado todo más lento y no tan rápido, para poder disfrutar un poco más de esto. Como dice la canción que acompaña a este post parar la velocidad del tiempo es algo que me gustaría, poder frenar en aquellos momentos donde aún me sentía parte de este mundo.






Comentarios

  1. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

La fuerza del destino

Han transcurrido cinco meses desde la última vez que vertí mis pensamientos en este rincón digital, y hoy retorno a él impulsado por dos motivos fundamentales. El primero nace de la recomendación de mi psicólogo, con quien he estado trabajando diligentemente para comprenderme mejor y enfrentar los desafíos que la vida ha arrojado a mi camino. Pero no es únicamente esta sugerencia profesional la que me trae de vuelta a estas líneas. Siento una necesidad profunda de desahogarme aquí, aunque sea solo por esta vez, sin prometer continuidad. Este escrito servirá, al menos, para aligerar algunos de los pesares que me han estado abrumando últimamente. Para dar algo de contexto, he atravesado una depresión que casi me consume por completo. Aunque he recorrido un largo camino hacia la mejoría, la oscuridad aún no ha abandonado del todo mi horizonte. A esto se suma la angustia por la grave situación de salud de mi padre, una realidad que me ha forzado a replantear muchas cosas en mi vida, temas ...

El miedo de ser una carga

Cuando recibes malas noticias en la vida, el primer instinto es la negación, buscar una manera de minimizar el problema o, mejor aún, de hacerlo desaparecer por completo. Como mencioné en publicaciones anteriores, los últimos resultados de mi enfermedad no fueron alentadores. Me han comunicado que he entrado en la fase final, y pronto empezaré a sentir todo el peso de la esclerosis. A veces me engaño a mí mismo pensando que lo he aceptado, pero la realidad es muy distinta. Intento encontrar algún pequeño atisbo de esperanza. Por eso hoy acudí a otro neurólogo, especialista en esta enfermedad, en busca de una segunda opinión. Sin embargo, no obtuve lo que buscaba; la consulta solo confirmó el diagnóstico inicial. Es difícil vivir cuando tu futuro está condicionado por algo así. En este momento, me siento roto en mil pedazos, y recurro al blog para intentar recomponerme, soltando aquí lo que pienso. Quizás me estoy abriendo demasiado y eso me asusta, tal vez incluso acabe borrando esta p...