Ir al contenido principal

El ancla

 

Esta entrada es de las que más ganas tenía de hacer. Os voy a contar qué es el ancla y para ello me tengo que remontar a una de las sesiones que tuve hace un tiempo con mi psicólogo. Me habló de que cuando te encuentras perdido, sin saber que rumbo tomar o cómo salir de una situación, cosa muy común durante esta enfermedad, tienes que buscar aquello que te ayude a volver a orientarte, una brújula que te ayude a encontrar tu camino. Y eso es el ancla, algo que siempre está fijo en tu vida y que te ayuda a reflotar cuando te estás hundiendo. Esto puede ser cualquier cosa, pero en mi caso es mi mejor amigo, que hoy en día más que amigo lo considero parte de mi familia, un hermano.

Nos conocimos tarde, ya había terminado la carrera y decidí hacer un máster para poder acceder al doctorado y allí coincidimos. De primeras no conecté nada con él, me pareció un chaval poco interesante con el que jamás llegaría a tener una amistad, pero no puedo estar más de acuerdo con aquel dicho de que debemos fiarnos de las primeras impresiones. Por la gracia del destino acabamos trabajando en el mismo sitio y empezamos a pasar muchas horas juntos y con un objetivo común, terminar la tesis y convertirnos en doctores. Como he comentado en entradas anteriores, él fue la primera persona a la que le conté que me habían diagnosticado esclerosis múltiple y desde el primer momento me apoyó y nunca ha soltado mi mano desde entonces.

Cada vez que he tenido un brote, él ha estado ahí. Yo he sido una persona de ocultar mis sentimientos, de nunca mostrarme débil frente a los demás, pero con él siempre me he sentido cómodo para mostrarme tal y como soy. He llorado mil veces junto a él y su hombro nunca me ha faltado. Incluso he vivido el dolor de algún brote a su lado y aunque a veces no sabía que hacer, como calmarme ese dolor físico inaguantable, me apoyaba su mano y me calmaba para que pudiese superarlo con su ayuda.

Siempre he pensado que soy una persona con poca suerte en la vida, pero creo que es porque la gaste toda al conocerle. Mi ancla es una persona que por fuera parece un poco frío, pero cuando le conoces detrás de esa barrera que tiene levantada, ves su yo verdadero, que no puede ser más bonito. No sé si algún día leerá este blog, ya que no le gusta nada este tipo de escritos tan emocionales, pero por si algún día lo lees, sólo decirte que gracias por salvarme la vida, porque, sin ti, hace mucho que hubiese tirado la toalla. Gracias a tu apoyo he podido vivir lo que yo considero, aún siendo los peores respecto a la enfermedad, los mejores años de mi vida.

Así que a todos los que estéis pasando por esta enfermedad, que veáis todo negro o sin salida, os animo a encontrar vuestra ancla, aquello en lo que os vais a apoyar siempre y sabéis que jamás os va a fallar.



Comentarios

Entradas populares de este blog

La fuerza del destino

Han transcurrido cinco meses desde la última vez que vertí mis pensamientos en este rincón digital, y hoy retorno a él impulsado por dos motivos fundamentales. El primero nace de la recomendación de mi psicólogo, con quien he estado trabajando diligentemente para comprenderme mejor y enfrentar los desafíos que la vida ha arrojado a mi camino. Pero no es únicamente esta sugerencia profesional la que me trae de vuelta a estas líneas. Siento una necesidad profunda de desahogarme aquí, aunque sea solo por esta vez, sin prometer continuidad. Este escrito servirá, al menos, para aligerar algunos de los pesares que me han estado abrumando últimamente. Para dar algo de contexto, he atravesado una depresión que casi me consume por completo. Aunque he recorrido un largo camino hacia la mejoría, la oscuridad aún no ha abandonado del todo mi horizonte. A esto se suma la angustia por la grave situación de salud de mi padre, una realidad que me ha forzado a replantear muchas cosas en mi vida, temas ...

Cien latidos

Cien textos. Cien momentos en los que escribir fue lo único que pude hacer cuando todo lo demás me sobrepasaba. No siempre tuve fuerzas, y muchas veces no encontraba sentido alguno, pero incluso en los días más rotos, o precisamente en ellos, algo dentro de mí necesitaba salir, ser dicho, narrarse, aunque fuera al vacío. Como si poner palabras fuera, todavía, la única forma posible de seguir existiendo sin romperme del todo. No hay victoria aquí, ni redención. No hay moraleja de superación ni aplausos por haber llegado tan lejos. Lo único que puedo afirmar con certeza es que sigo, más cansado, con un cuerpo que se desmorona por dentro y una mente que hace tiempo que dejó de estar del todo entera, pero sigo. Y eso, con esta enfermedad, ya es mucho más de lo que parece. No recuerdo el momento exacto en el que decidí empezar este blog, solo sé que necesitaba un sitio donde volcar todo lo que no podía decir en voz alta. No buscaba consuelo, ni comprensión, ni siquiera compañía. Solo necesi...

Caer y seguir respirando

  Hoy necesitaba escribir aquí, aunque ya hace tiempo que no lo hago. Quizás porque sentí que ya no podía hablar con sinceridad en estas páginas digitales, pero creo que ha pasado el suficiente tiempo para volver a ser un lugar más invisible donde poder abrirme y desahogarme un poco. No sé ni por qué escribo esto. O mejor dicho: sí lo sé, pero me cuesta admitirlo. Escribo porque no tengo otro lugar donde dejar todo esto que me está aplastando. Porque si no lo escribo, se me enquista adentro. Y ya tengo suficientes cosas pudriéndose en el pecho. Hace unos días volví a intentarlo. Sí. Una vez más. Y sí, sigo aquí. No lo cuento para que nadie me tenga lástima. No lo cuento para llamar la atención. Lo cuento porque me estoy cayendo, hondo, lento, sin freno, y necesito decirlo en algún lado, aunque sea en este rincón casi invisible que es mi blog. Me siento como un cuerpo que sobrevive por pura inercia. Me levanto cada día sin ilusión. No porque haya una meta, o un motivo, o un sueño al...