Ir al contenido principal

Caer y seguir respirando

 

Hoy necesitaba escribir aquí, aunque ya hace tiempo que no lo hago. Quizás porque sentí que ya no podía hablar con sinceridad en estas páginas digitales, pero creo que ha pasado el suficiente tiempo para volver a ser un lugar más invisible donde poder abrirme y desahogarme un poco.

No sé ni por qué escribo esto.

O mejor dicho: sí lo sé, pero me cuesta admitirlo.

Escribo porque no tengo otro lugar donde dejar todo esto que me está aplastando. Porque si no lo escribo, se me enquista adentro. Y ya tengo suficientes cosas pudriéndose en el pecho.

Hace unos días volví a intentarlo.

Sí. Una vez más.

Y sí, sigo aquí.

No lo cuento para que nadie me tenga lástima. No lo cuento para llamar la atención. Lo cuento porque me estoy cayendo, hondo, lento, sin freno, y necesito decirlo en algún lado, aunque sea en este rincón casi invisible que es mi blog.

Me siento como un cuerpo que sobrevive por pura inercia. Me levanto cada día sin ilusión. No porque haya una meta, o un motivo, o un sueño al que aferrarme. Me levanto porque simplemente… sigo. Como un mecanismo roto que, por alguna extraña razón, todavía funciona a medias.

La verdad es que ya no creo que algún día voy a ser feliz.

No lo digo con drama, lo digo con sinceridad. Creo que ese tren ya pasó. Y a veces, cuando miro para atrás, ni siquiera sé si alguna vez estuve arriba de él.

La esclerosis múltiple es parte de esto, claro. Pero no es solo la enfermedad, sino todo lo que conlleva.

Una tristeza que no se va.

Un vacío que no se llena.

Una herida abierta que aprendí a tapar con ironía, con distracción, con silencio. Hasta que un día empezó a sangrar sin que yo pudiera detenerla.

Siento que vivo en cámara lenta. Mientras el mundo corre, yo apenas me arrastro. La gente habla de metas, de proyectos, de futuro… y yo pienso en cómo hacer para no colapsar hoy. Sólo hoy. Mañana… ya veremos.

Lo más jodido es que no tengo una razón clara para seguir.

Pero tampoco tengo una razón clara para irme.

Así que estoy atrapado en este limbo de “sobrevivir porque sí”, de “respirar por costumbre”, de mirar el reloj esperando que el día se termine y empiece otro, que será igual, o peor, o tal vez un poco más soportable. Nadie lo sabe. Yo tampoco.

En medio de todo esto, hay algo extraño: aunque me siento completamente vacío, todavía tengo el impulso de querer hacer algo por los demás. No sé por qué. Tal vez porque siento que mi vida ya no tiene mucho sentido para mí, pero todavía podría significar algo para alguien más. Tal vez no voy a ser feliz, pero si puedo hacerle un poco más llevadero el camino a otro… entonces que valga de algo esta condena.

Es como si ya no viviera por mí, sino por los demás.

Trato de escuchar. De ayudar. De estar. A veces ni siquiera tengo fuerzas, pero igual lo intento. Porque si hay algo de valor en mí, es eso. Esa capacidad de acompañar, incluso roto. De dar, aunque no tenga.

No sé si eso es amor. No sé si es una forma de resistencia. No sé si es masoquismo. Pero es lo único que me mantiene todavía un poco de pie.

Y, sin embargo, cada tanto… caigo.

Me hundo en esa oscuridad que no avisa.

Una oscuridad espesa, que te convence de que no hay salida.

Que te susurra que estás solo.

Que nadie te va a salvar.

Que estás cansado, muy cansado, y que ya hiciste suficiente.

Y ahí, en ese pozo sin fondo, es donde estuve hace unos días.

Ahí fue cuando volví a intentarlo.

No sé qué me detuvo. No fue esperanza. No fue valentía. Tal vez fue miedo. Tal vez fue puro cansancio. Tal vez fue ese último hilo que me sigue atando a esta vida que me pesa más de lo que puedo soportar.

Hoy, sigo roto.

Sigo confundido.

Sigo respirando sin ganas.

Pero también sigo escribiendo.

Y eso, aunque parezca poco, hoy es todo.

No tengo una historia de superación para cerrar este post.

No tengo una frase épica.

No tengo una luz al final del túnel.

Lo único que tengo es este momento, estas palabras.

Y una verdad: no estoy bien.

Pero estoy.

Y por ahora, eso tiene que ser suficiente.

Si alguien está leyendo esto y siente algo parecido, no te voy a decir que todo va a mejorar. No lo sé.

Pero sí te puedo decir que no estás solo.

Y que incluso en esta mierda de oscuridad, hay alguien más allá afuera que entiende.

Yo te entiendo.

Porque también estoy cayendo.

Pero también estoy aquí.



Comentarios

Entradas populares de este blog

La fuerza del destino

Han transcurrido cinco meses desde la última vez que vertí mis pensamientos en este rincón digital, y hoy retorno a él impulsado por dos motivos fundamentales. El primero nace de la recomendación de mi psicólogo, con quien he estado trabajando diligentemente para comprenderme mejor y enfrentar los desafíos que la vida ha arrojado a mi camino. Pero no es únicamente esta sugerencia profesional la que me trae de vuelta a estas líneas. Siento una necesidad profunda de desahogarme aquí, aunque sea solo por esta vez, sin prometer continuidad. Este escrito servirá, al menos, para aligerar algunos de los pesares que me han estado abrumando últimamente. Para dar algo de contexto, he atravesado una depresión que casi me consume por completo. Aunque he recorrido un largo camino hacia la mejoría, la oscuridad aún no ha abandonado del todo mi horizonte. A esto se suma la angustia por la grave situación de salud de mi padre, una realidad que me ha forzado a replantear muchas cosas en mi vida, temas ...

El miedo de ser una carga

Cuando recibes malas noticias en la vida, el primer instinto es la negación, buscar una manera de minimizar el problema o, mejor aún, de hacerlo desaparecer por completo. Como mencioné en publicaciones anteriores, los últimos resultados de mi enfermedad no fueron alentadores. Me han comunicado que he entrado en la fase final, y pronto empezaré a sentir todo el peso de la esclerosis. A veces me engaño a mí mismo pensando que lo he aceptado, pero la realidad es muy distinta. Intento encontrar algún pequeño atisbo de esperanza. Por eso hoy acudí a otro neurólogo, especialista en esta enfermedad, en busca de una segunda opinión. Sin embargo, no obtuve lo que buscaba; la consulta solo confirmó el diagnóstico inicial. Es difícil vivir cuando tu futuro está condicionado por algo así. En este momento, me siento roto en mil pedazos, y recurro al blog para intentar recomponerme, soltando aquí lo que pienso. Quizás me estoy abriendo demasiado y eso me asusta, tal vez incluso acabe borrando esta p...

Cien latidos

Cien textos. Cien momentos en los que escribir fue lo único que pude hacer cuando todo lo demás me sobrepasaba. No siempre tuve fuerzas, y muchas veces no encontraba sentido alguno, pero incluso en los días más rotos, o precisamente en ellos, algo dentro de mí necesitaba salir, ser dicho, narrarse, aunque fuera al vacío. Como si poner palabras fuera, todavía, la única forma posible de seguir existiendo sin romperme del todo. No hay victoria aquí, ni redención. No hay moraleja de superación ni aplausos por haber llegado tan lejos. Lo único que puedo afirmar con certeza es que sigo, más cansado, con un cuerpo que se desmorona por dentro y una mente que hace tiempo que dejó de estar del todo entera, pero sigo. Y eso, con esta enfermedad, ya es mucho más de lo que parece. No recuerdo el momento exacto en el que decidí empezar este blog, solo sé que necesitaba un sitio donde volcar todo lo que no podía decir en voz alta. No buscaba consuelo, ni comprensión, ni siquiera compañía. Solo necesi...