En todos los posts de este blog he hablado desde
mis propios sentimientos, mi historia personal y como veo yo todo lo que me ha
ocurrido y estoy viviendo acompañado de la esclerosis. Hoy quiero hacer un
ejercicio de empatía, ponerme en el lugar de aquellos que viven esto conmigo,
pero no padecen la enfermedad.
La dureza de esta patología está clara para las
personas que la tenemos, pero la gente que nos quiere vive otro lado que
tampoco es nada agradable. El ver como una persona importante en tu vida se va
apagando poco a poco, no es capaz de avanzar contigo o incluso cambia su forma
de ser a algo que te hace añorar los tiempos pasados con él. Muchas veces nos
encerramos dentro de nuestra problemática y no nos damos cuenta de que hay
gente a nuestro alrededor que, aunque no le duelan las piernas o no dejen de
ver por los ojos, también están sufriendo por nuestra situación.
Como os conté en anteriores entradas, al conocer
el diagnóstico me encerré dentro de mí mismo y no quise compartirlo con casi
nadie. Eso fue un gran error, ya que la gente no entendía por qué estaba triste
o porque no podía acudir a planes a los que nunca había faltado. Me imagino que
pensarían que algo raro me estaba pasando, por mucho que yo intentaba seguir
con la normalidad hay veces que me era casi imposible. Supongo que esto depende
de cada persona, pero a mi siempre me ha sido más difícil ver sufrir a la gente
a la que quiero que sufrir algo yo mismo, por lo que entiendo la dureza de
vivir esto al otro lado del espejo.
Mi familia y mi ancla son los que más han sufrido
esto conmigo y haciendo caso a mi post anterior quiero pedirles perdón. A mi
familia por haberles ocultado tantas cosas y no dejarme ayudar, han tenido que
aguantar cambios de humor repentinos y llegadas a casa a altas horas de la
noche porque intentaba evitar llorar en casa, y todo eso sin entender que
estaba ocurriendo y escuchando excusas de todo tipo. Y a mi ancla también,
porque no se si he estado a la altura de todo lo que me ha dado en estos años. Él
ha vivido una situación diferente a la de mi familia, el saberlo todo y en
muchas ocasiones no saber como poder ayudarme. Conversaciones larguísimas donde
me daba consejos e intentaba animarme y yo sólo sabía responder con silencios y
aserciones carentes de palabras. Esta semana vi su desesperación ante el miedo
de que iba a tirar la toalla y me di cuenta del dolor que le estaba produciendo
solo con esa posibilidad. Por eso te doy las gracias de haberme hecho entender
que no debo tirar la toalla ya no sólo por mí, sino porque soy importante en la
vida de mucha gente y no debo fallarles. Perdón por haberte hecho pensar en
¿Cómo puedo salvarle la vida?, porque lo llevas haciendo sin darte cuenta mucho
tiempo ya.
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