Esta noche especialmente necesito desahogarme y
por eso hoy escribo dos posts seguidos. Quería con el primero contar mi día
para también darle contexto a este segundo y que se pudiera entender mejor la
situación. Dentro del grupo con el que he coincidido en la asociación había un
hombre joven, de unos cuarenta años, en el que me he fijado especialmente
porque estaba sentado en una silla de ruedas y respirando oxígeno con una
mochila, lo que me ha llamado la atención al verle tan joven y ya en esa
situación. Ha contado que tuvo un brote que le afectó a los músculos respiratorios,
los cuales no recuperaron su funcionalidad del todo y por ello necesita un
aporte de oxígeno durante casi todo el día.
En mi turno de palabra yo he contado mi historia
y he hablado de mi ancla como mi soporte en todo esto. Al final de la sesión con
el grupo me ha pedido que me acercara a hablar con él y me ha comentado que
había leído algunos posts de mi blog y especialmente el del ancla le había
tocado muy de cerca. Él también tiene un ancla, pero le llama de otra forma,
para él es su muleta izquierda, y este nombre viene de cuando tuvo el brote que
le acabó dejando en la silla. Comenzó a llamarle así por una parálisis de su
pierna izquierda y siempre contó con un amigo para darse largos paseos en los
cuales siempre se apoyaba en su hombro, dándole ese apoyo que necesitaba para
poder salir a caminar. Desde entonces no le ha dejado nunca y a día de hoy es
uno de los principales motivos por los que sigue luchando.
Me ha reconfortado mucho conocer su historia,
aunque ha sido duro también verle en ese estado teniendo sólo siete años más
que yo, pero además me ha dado una lección muy grande. Me ha dicho que él sabe
que no le queda mucho tiempo pero que está tranquilo porque cuando llegue el momento
sabe que podrá ayudar a su muleta desde el otro lado. Cree que cuando desaparezca
va a seguir acompañando a ese amigo como su ángel de la guarda, protegiéndole y
pudiendo seguir a su lado durante toda su vida, que todo lo que le ha ayudado y
apoyado en vida, él se lo podrá devolver tras la muerte. Me ha hablado de que
todos estamos conectados a alguien en esta vida y que cuando esta se agota en
uno de los dos puntos, siempre queda esa energía acompañando al que sigue vivo.
A lo mejor os parece una teoría descabellada a
muchos de vosotros, pero a mi esta conversación me ha servido mucho para perder
un poco el miedo a ese final en unos meses. Quiero creer realmente en esta
teoría porque cuando yo ya no esté quiero poder hacer eso mismo, devolverle,
aunque sea una pequeña parte de toda la ayuda que mi ancla me ha dado siempre.
Siempre he pensado que cuando la yaya se fue, ella ha seguido conmigo todo este
tiempo dándome esas fuerzas que he tenido en muchos momentos, mi ángel de la
guarda. Por ello yo quiero convertirme en eso mismo con mi ancla, porque eso
daría al menos algo de sentido a mi muerte. Poder ver como sigue creciendo en
todos los aspectos y convertirse en ese gran profesional que está destinado a
ser.
Sólo espero ahora que ese pensamiento tan bonito
de un hombre que acabo de conocer hoy se cumpla, tanto para él como para mí. Así
cuando te pierdas en el camino podré seguir siendo esa voz de la conciencia que
tanto odias a veces y podré guiarte, aunque ya no esté en vida, y estar siempre contigo.
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