Ir al contenido principal

El tren de la vida

 

Nunca he escrito más de un post por día desde que empecé con este blog, pero hoy necesito desde mi cama seguir plasmando en palabras lo que pasa por mi cabeza. Creo que una de las razones para vivir es sentirse necesario para los demás, para la gente que hay a tu alrededor y que te quiere en todos los ámbitos, ya sea laboral, familia o amigos. Cuando dejas de sentirte importante o necesario pierdes uno de los pilares para existir en este mundo. A mi me está pasando justo eso en estos momentos y quería dejarlo por escrito para que el día que ya no esté puedan entenderme.

Hace un tiempo se hizo un programa en la televisión donde se simulaba el funeral de una persona para que estando aún en vida pudiese ver como se comportaban sus familiares o amigos ante esa perdida. Pienso mucho en que pasaría si yo no estuviese en este mundo y aunque al principio supongo que sería duro para los demás, al final la gente se adapta a estas cosas y continúan sus vidas. Yo cada día me siento menos necesario, la gente va haciendo su camino y yo puedo acompañarlos cada vez menos por mis problemas de salud. Me dan ganas de gritar que me esperen, que quiero que todo sea como antes pero inevitablemente cada vez se van alejando más. Se que no tienen la culpa y que no lo hacen queriendo, simplemente estoy corriendo detrás de un tren que no para nunca y no me da tiempo a subirme. Esto me produce mucho miedo y agobio y pienso que a lo mejor sería mejor parar de correr detrás de ese tren, sentarme en el andén y dejar que se aleje del todo.

No me acuerdo de donde leí la metáfora del tren de la vida, pero es un símil bastante acertado. Al nacer subimos a ese tren, donde ya está nuestra familia, y a medida que va avanzando se van subiendo más personas que nos acompañan en el trayecto, algunos para realizar un simple paseo y otros para acompañarnos hasta el final. Sin embargo, con el paso del tiempo también se van bajando irremediablemente. Yo siento que, aun siguiendo con vida, me he bajado del tren de mi vida y va a ser imposible volver a subirme.

Ojalá que en el asiento que he dejado libre en ese tren haya dejado buenos y bonitos recuerdos para el resto de pasajeros, que espero que guarden para siempre, y que, aunque yo ya no esté subido en ese tren, ellos sigan montados por mucho tiempo y pudiendo recordarme. Sin embargo, la vida no es como en la tele, y nunca podremos ver más allá del momento en que cerremos los ojos para siempre.



Comentarios

Entradas populares de este blog

La fuerza del destino

Han transcurrido cinco meses desde la última vez que vertí mis pensamientos en este rincón digital, y hoy retorno a él impulsado por dos motivos fundamentales. El primero nace de la recomendación de mi psicólogo, con quien he estado trabajando diligentemente para comprenderme mejor y enfrentar los desafíos que la vida ha arrojado a mi camino. Pero no es únicamente esta sugerencia profesional la que me trae de vuelta a estas líneas. Siento una necesidad profunda de desahogarme aquí, aunque sea solo por esta vez, sin prometer continuidad. Este escrito servirá, al menos, para aligerar algunos de los pesares que me han estado abrumando últimamente. Para dar algo de contexto, he atravesado una depresión que casi me consume por completo. Aunque he recorrido un largo camino hacia la mejoría, la oscuridad aún no ha abandonado del todo mi horizonte. A esto se suma la angustia por la grave situación de salud de mi padre, una realidad que me ha forzado a replantear muchas cosas en mi vida, temas ...

El miedo de ser una carga

Cuando recibes malas noticias en la vida, el primer instinto es la negación, buscar una manera de minimizar el problema o, mejor aún, de hacerlo desaparecer por completo. Como mencioné en publicaciones anteriores, los últimos resultados de mi enfermedad no fueron alentadores. Me han comunicado que he entrado en la fase final, y pronto empezaré a sentir todo el peso de la esclerosis. A veces me engaño a mí mismo pensando que lo he aceptado, pero la realidad es muy distinta. Intento encontrar algún pequeño atisbo de esperanza. Por eso hoy acudí a otro neurólogo, especialista en esta enfermedad, en busca de una segunda opinión. Sin embargo, no obtuve lo que buscaba; la consulta solo confirmó el diagnóstico inicial. Es difícil vivir cuando tu futuro está condicionado por algo así. En este momento, me siento roto en mil pedazos, y recurro al blog para intentar recomponerme, soltando aquí lo que pienso. Quizás me estoy abriendo demasiado y eso me asusta, tal vez incluso acabe borrando esta p...

Carta al niño que fui

Como mencioné en mi última publicación, la situación ha empeorado notablemente desde la última revisión médica, y las noticias no han sido alentadoras. Estoy trabajando con mi psicólogo para aprender a sobrellevar esta fase final de la enfermedad, y, como parte de ese proceso de aceptación, me sugirió escribir una carta a ese niño que alguna vez fui, antes del diagnóstico, antes siquiera de enfrentar los aspectos más oscuros de la vida. He reflexionado mucho sobre cómo redactar esta carta, sobre qué palabras podría ofrecerme a mí mismo para prepararme ante todo lo que estaba por venir. Se amontonan tantas ideas en mi cabeza, pero intentaré destilar lo esencial en este post, enfocándome en lo que considero más importante. Lo primero que le diría a ese niño es, inevitablemente, que enfrentará una situación de salud devastadora, algo que trastocará todo lo que hasta entonces conocía. Ese monstruo, la esclerosis, lo golpeará con una fuerza implacable, pero a la vez, le abrirá los ojos para...