Ir al contenido principal

La misma canción, distintas versiones


Después de pasar una noche un poco mala por las noticias recibidas hoy he vuelto a levantarme con ganas de aprovechar el tiempo al máximo y seguir cumpliendo esos objetivos que me he propuesto.  Estoy intentando organizarme todos los asuntos que quiero cerrar y los planes para hacer en estos meses y poco a poco estoy consiguiéndolo, esperando especialmente poder escribiros a finales de marzo desde el país del sol naciente.

Sin embargo, mi entorno más cercano no acaba de aceptarlo y lo están viviendo de maneras muy distintas. Yo tengo muy claro el pronóstico de mis médicos, pero mi alrededor no quiere aceptarlo aún. Mis hermanos siguen en su línea de no darle importancia al tema, si no hablas de ello es que no está pasando, que es una postura que han seguido siempre. Aún tengo que hablaros de mi relación con mis hermanos, pero será más adelante. Mis padres, por otro lado, de cara a mi se hacen los fuertes, pero ya les he pillado varias veces hablando del tema con bastante tristeza. Por último, mi ancla piensa que los médicos se equivocan del todo y que voy a vivir muchísimo tiempo.

Os quiero contar esto para que veáis como la gente que te rodea asume vuestros brotes o los diagnósticos médicos en esta enfermedad. Yo respeto totalmente la forma de verlo de todos, sé por propia experiencia que vivir con esta enfermedad es muy duro, pero también me puedo imaginar lo que es verlo en un ser querido. He hablado de este tema con mi psicólogo estos días y me ha dicho que debo respetar como lleva cada uno este tipo de noticias y que no puedo imponer mi forma de verlo a los demás. Nunca he intentado eso, pero sí que es verdad que muchas veces me gustaría que, en vez de ignorarlo, ocultar como se sienten o negarlo, lo llevaran con la normalidad que intento llevarlo yo y aprovechar ese tiempo conmigo, que es lo que más me apetece. Es cierto que me es complicado hacer un ejercicio de empatía y ponerme en su lugar. Si me dijeran que un familiar o amigo le quedan meses de vida creo que haría lo mismo, evitar que me viese mal o decirle que todo va a ir bien y no va a pasar nada.

En cierto modo yo viví un poco lo mismo cuando perdí a mi yaya, estaba metido en mis propios asuntos con los brotes y cuando empezó a sentirse mal no le di importancia, pensé que sería alguna enfermedad pasajera y ya está. Después la ingresaron y aun así no pensé que se fuera a morir, me lo negué a mi mismo. Desde entonces tengo ese remordimiento de no haber tomado otra actitud en esos últimos días con ella y creo que aún no lo he superado del todo.

Supongo que cada persona es diferente y cada uno afrontamos problemas así de una manera distinta, sin tener que ser ninguna más acertada que otra. Como en este blog en el que acompaño cada post de una canción, cada uno acompañamos nuestra vida de una música diferente.


Comentarios

Entradas populares de este blog

La fuerza del destino

Han transcurrido cinco meses desde la última vez que vertí mis pensamientos en este rincón digital, y hoy retorno a él impulsado por dos motivos fundamentales. El primero nace de la recomendación de mi psicólogo, con quien he estado trabajando diligentemente para comprenderme mejor y enfrentar los desafíos que la vida ha arrojado a mi camino. Pero no es únicamente esta sugerencia profesional la que me trae de vuelta a estas líneas. Siento una necesidad profunda de desahogarme aquí, aunque sea solo por esta vez, sin prometer continuidad. Este escrito servirá, al menos, para aligerar algunos de los pesares que me han estado abrumando últimamente. Para dar algo de contexto, he atravesado una depresión que casi me consume por completo. Aunque he recorrido un largo camino hacia la mejoría, la oscuridad aún no ha abandonado del todo mi horizonte. A esto se suma la angustia por la grave situación de salud de mi padre, una realidad que me ha forzado a replantear muchas cosas en mi vida, temas ...

El miedo de ser una carga

Cuando recibes malas noticias en la vida, el primer instinto es la negación, buscar una manera de minimizar el problema o, mejor aún, de hacerlo desaparecer por completo. Como mencioné en publicaciones anteriores, los últimos resultados de mi enfermedad no fueron alentadores. Me han comunicado que he entrado en la fase final, y pronto empezaré a sentir todo el peso de la esclerosis. A veces me engaño a mí mismo pensando que lo he aceptado, pero la realidad es muy distinta. Intento encontrar algún pequeño atisbo de esperanza. Por eso hoy acudí a otro neurólogo, especialista en esta enfermedad, en busca de una segunda opinión. Sin embargo, no obtuve lo que buscaba; la consulta solo confirmó el diagnóstico inicial. Es difícil vivir cuando tu futuro está condicionado por algo así. En este momento, me siento roto en mil pedazos, y recurro al blog para intentar recomponerme, soltando aquí lo que pienso. Quizás me estoy abriendo demasiado y eso me asusta, tal vez incluso acabe borrando esta p...

Carta al niño que fui

Como mencioné en mi última publicación, la situación ha empeorado notablemente desde la última revisión médica, y las noticias no han sido alentadoras. Estoy trabajando con mi psicólogo para aprender a sobrellevar esta fase final de la enfermedad, y, como parte de ese proceso de aceptación, me sugirió escribir una carta a ese niño que alguna vez fui, antes del diagnóstico, antes siquiera de enfrentar los aspectos más oscuros de la vida. He reflexionado mucho sobre cómo redactar esta carta, sobre qué palabras podría ofrecerme a mí mismo para prepararme ante todo lo que estaba por venir. Se amontonan tantas ideas en mi cabeza, pero intentaré destilar lo esencial en este post, enfocándome en lo que considero más importante. Lo primero que le diría a ese niño es, inevitablemente, que enfrentará una situación de salud devastadora, algo que trastocará todo lo que hasta entonces conocía. Ese monstruo, la esclerosis, lo golpeará con una fuerza implacable, pero a la vez, le abrirá los ojos para...