Ir al contenido principal

La yaya

 

Segunda noche en el hospital y otra vez con tiempo para escribir, ya que aquí no hay mucho más que hacer. Estoy esperando el resultado de unas pruebas para ver si es posible ponerme medicación para frenar el dolor de la pierna, que cada vez es más fuerte. La soledad que tienen los hospitales te da mucho tiempo para pensar y en estos momentos se me pasa por la cabeza siempre una persona que posiblemente sea para mi la más especial de mi familia y que ya no tengo la suerte de tener conmigo. Esto va para ti abuela, la yaya.

Mi abuela siempre fue una mujer demasiado moderna para la época en la que la tocó vivir, mucho más abierta de mente que sus propios hijos. Con ella, desde pequeño, podía hablar de todo y siempre recurría a sus consejos cuando tenía cualquier tipo de problema, desde aquellos más simples a los más graves, pasando por conversaciones en las que te contaba historias de todo tipo de su vida hasta sus experiencias más actuales con hombres desde que murió su Manolo. Puede resultar difícil de creer para una mujer nacida en los años 30, pero era más abierta de mente que mucha gente de nuestra época, dejándome su casa incluso para mis primeras experiencias con el sexo, eso sí, siempre que a la mañana siguiente desayunáramos con ella en la cocina, donde hacía preguntas incómodas de todo tipo.

Cuando empezó toda la odisea de la esclerosis nunca me soltó la mano, me ayudó en todo momento, incluso defendiéndome con quien hiciese falta y enfrentándose a quien fuese de la familia mostrándome su apoyo más férreo. Incluso adoptó como nieto adoptivo a mi ancla, aprendiendo a usar el correo electrónico para poder hablar con él. Desde el principio me dijo que jamás dejara escapar a ese amigo porque veía algo muy especial en él, que personas así cuando te las encuentras en la vida tienes la mayor suerte del mundo. Nunca agradeceré lo suficiente a mi ancla los últimos años de vida que le dio a la yaya, escribiéndose con ella y haciéndola la persona más feliz del mundo cada vez que recibía un correo suyo hablando de cualquier tontería o de sus artes en la brujería, ella siempre con sus rituales de todo tipo.

Siempre pienso que ojalá haya quedado algo en mi de ella, que sea la mitad de lo buena persona que eras yaya. Tu último mes en esta vida no fue fácil, yo no estaba pasando tampoco por una buena racha y además vi como casi de un día para otro te apagaste y me dejaste más solo que nunca. Ahora sólo pienso en que si esto acaba pronto al menos estarás esperándome al otro lado y nos encargaremos de cuidar juntos a ese nieto postizo que tanto querías y aunque sea en la otra vida, nos tomaremos ese cocido prometido por él. Yo sé que las fuerzas que tiene mi cuerpo para aguantar todo esto seguro que me las estás dando tú empeñándote en que no me mueva de aquí, porque a tozuda no te ganaba nadie, ni un Tauro cabezota como yo.

Te echo mucho de menos y estoy tranquilo de que me esperas allí.



Comentarios

Entradas populares de este blog

La fuerza del destino

Han transcurrido cinco meses desde la última vez que vertí mis pensamientos en este rincón digital, y hoy retorno a él impulsado por dos motivos fundamentales. El primero nace de la recomendación de mi psicólogo, con quien he estado trabajando diligentemente para comprenderme mejor y enfrentar los desafíos que la vida ha arrojado a mi camino. Pero no es únicamente esta sugerencia profesional la que me trae de vuelta a estas líneas. Siento una necesidad profunda de desahogarme aquí, aunque sea solo por esta vez, sin prometer continuidad. Este escrito servirá, al menos, para aligerar algunos de los pesares que me han estado abrumando últimamente. Para dar algo de contexto, he atravesado una depresión que casi me consume por completo. Aunque he recorrido un largo camino hacia la mejoría, la oscuridad aún no ha abandonado del todo mi horizonte. A esto se suma la angustia por la grave situación de salud de mi padre, una realidad que me ha forzado a replantear muchas cosas en mi vida, temas ...

El miedo de ser una carga

Cuando recibes malas noticias en la vida, el primer instinto es la negación, buscar una manera de minimizar el problema o, mejor aún, de hacerlo desaparecer por completo. Como mencioné en publicaciones anteriores, los últimos resultados de mi enfermedad no fueron alentadores. Me han comunicado que he entrado en la fase final, y pronto empezaré a sentir todo el peso de la esclerosis. A veces me engaño a mí mismo pensando que lo he aceptado, pero la realidad es muy distinta. Intento encontrar algún pequeño atisbo de esperanza. Por eso hoy acudí a otro neurólogo, especialista en esta enfermedad, en busca de una segunda opinión. Sin embargo, no obtuve lo que buscaba; la consulta solo confirmó el diagnóstico inicial. Es difícil vivir cuando tu futuro está condicionado por algo así. En este momento, me siento roto en mil pedazos, y recurro al blog para intentar recomponerme, soltando aquí lo que pienso. Quizás me estoy abriendo demasiado y eso me asusta, tal vez incluso acabe borrando esta p...

Carta al niño que fui

Como mencioné en mi última publicación, la situación ha empeorado notablemente desde la última revisión médica, y las noticias no han sido alentadoras. Estoy trabajando con mi psicólogo para aprender a sobrellevar esta fase final de la enfermedad, y, como parte de ese proceso de aceptación, me sugirió escribir una carta a ese niño que alguna vez fui, antes del diagnóstico, antes siquiera de enfrentar los aspectos más oscuros de la vida. He reflexionado mucho sobre cómo redactar esta carta, sobre qué palabras podría ofrecerme a mí mismo para prepararme ante todo lo que estaba por venir. Se amontonan tantas ideas en mi cabeza, pero intentaré destilar lo esencial en este post, enfocándome en lo que considero más importante. Lo primero que le diría a ese niño es, inevitablemente, que enfrentará una situación de salud devastadora, algo que trastocará todo lo que hasta entonces conocía. Ese monstruo, la esclerosis, lo golpeará con una fuerza implacable, pero a la vez, le abrirá los ojos para...