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Quiero irme a vivir a una isla de Japón

 

Antes de que empezara este último brote, el peor hasta la fecha seguramente, estaba organizando el viaje de mis sueños para semana santa, Japón, desde pequeño siempre he querido ir allí, no se por qué, quizás lo diferente de su cultura o las series de dibujos animados que pasaba horas viendo de pequeño. Siempre he idealizado ese país y ahora que tenía por fin la salud y el dinero para poder hacerlo, era mi plan más deseado para el 2023. Lo más seguro es que no pueda hacerlo finalmente, pero quiero dejar lo que había planeado por escrito para que algún día alguien que lea este blog lo pueda hacer por mí.

Había pensado en empezar por Tokio directamente, llegar a esa ciudad venida del futuro desde Madrid y ese primer día dar un pequeño paseo por la ciudad e irse a dormir al hotel directamente, ya que llegaba tarde y posiblemente cansado del largo viaje. Los días siguientes empezaría lo bueno, recorrer los barrios del oeste visitando el barrio vanguardista de Harajuku, ese famoso cruce de Shibuya con los pasos de cebra enormes y miles de japoneses cruzando a la vez, Ginza, Asakusa, subir a es torre kilométrica del Tokio Sky Tree y, finalmente, un quinto y último día para ir alguno de esos parques temáticos psicodélicos y llenos de atracciones.

Una vez disfrutado el ajetreo de Tokio, el siguiente paso sería más relajado, acudir a Hakone, las tierras del seguramente impresionante Monte Fuji. Allí tenía visto un ryokan increíble, el típico hotel japonés tradicional, con sus suelos de madera y sus aguas termales para poder darse un baño. Saliendo del monte mi destino sería Kioto, la tierra de los templos, cuantas veces habré visto videos del templo del agua o el pabellón dorado, como me habría gustado verlo en directo. Como buen amante de los animales, había planeado también una visita a Nara, para conocer sus templos repletos de ciervos, los cuales mantienen como sus animales sagrados. Seguiría con un poco de historia, visitar Hiroshima, aquella tierra devastada por la estupidez del ser humano, poder ir a la isla de Miyajima y contemplar el gran portal hundido en el mar para después subir en teleférico al monte Misen y al bajar disfrutar de esa vista del atardecer con el mar de fondo.

Después de los días en la montaña vendrían los de playa, entre mar y volcanes iría a Fukuoka y de allí un vuelo directo al trópico, a Ishigaki, donde se encuentra el archipiélago de Okinawa, con sus playas blancas y el mar completamente azul. Allí pasaría mis últimos días relajado en esas playas hasta el día 18 de mi planning, que sería cuando volvería a Madrid con la experiencia de mis sueños ya vivida.

En fin, sueños que quedarán por cumplir como tantos otros, pero este seguramente sea el que más ganas tenía de hacer, así que si alguien lee esto y puede hacer este viaje algún día, disfrutadlo tanto como yo quería. 



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