Ir al contenido principal

Recuérdame

 

El primer día del mes de noviembre se celebra en casi todo el mundo el día de todos los santos, donde la gente va al cementerio a visitar a sus difuntos, en otros sitios tenemos Halloween, la vertiente más comercial de este festivo, pero la que me parece más interesante es el día de muertos que celebran típicamente en México. Allí preparan unos altares en ese día donde colocan fotos de los miembros fallecidos de su familia porque la tradición dice que así podrán cruzar por una noche al otro lado y visitarnos, pero sólo mientras pongamos su foto en el altar y los recordemos.

Uno de los mayores miedos de morir es cuanto tiempo tardarás en ser olvidado. Mientras la gente que te quiere te recuerde, en cierta parte seguirás vivo, al menos esos recuerdos, pero en el momento que pase el tiempo y eso se olvide, ahí es cuando ya dejas de existir totalmente. Por ello hay que intentar pasar por este mundo dejando huella en los demás, si puede ser para bien mucho mejor, porque así jamás morirás.

Esta mañana he estado dándome un paseo por el centro de Madrid, pasando por mis zonas preferidas de la ciudad y yendo a la Iglesia de la Paloma a sentarme y pensar un rato allí. Todos los años iba con mi abuela a la procesión de la virgen, ya más bien como tradición de abuela y nieto, ya que nunca he sido excesivamente religioso, pero ese día con mi abuela no fallaba nunca. Por eso me siento un poquito más cerca de ella cuando voy a esa iglesia, y más que rezar a un santo o santa que no conozco de nada, me siento en una esquina y cierro los ojos un rato para hablar con ella.

Allí sentado he pensado en eso que os contaba, yo siempre he recordado a la yaya, pero el día que falte yo ya no será tan recordada y morirá un poco más, aunque sé de una persona que siempre se va a acordar de ella. Y lo mismo he pensado sobre mí, si seré recordado mucho tiempo cuando me vaya y si los mexicanos no se equivocan y su tradición es correcta, al menos con este blog mi historia quedará siempre viva en estas palabras y podré seguir siendo recordado. Sin embargo, lo que realmente espero es ser recordado por la gente que me quiere. Siempre he intentado rodearme de gente diferente, pero no de apariencia o forma de ser, sino que para mí alguien no es diferente a menos que haga diferente la vida de los demás. Y eso no es tan fácil de encontrar, en mi vida yo los cuento con los dedos de una mano y me sobran, pero espero yo haber sido esa persona diferente en la vida de alguien, aquella que te deja huella y será recordada siempre.



Comentarios

Entradas populares de este blog

La fuerza del destino

Han transcurrido cinco meses desde la última vez que vertí mis pensamientos en este rincón digital, y hoy retorno a él impulsado por dos motivos fundamentales. El primero nace de la recomendación de mi psicólogo, con quien he estado trabajando diligentemente para comprenderme mejor y enfrentar los desafíos que la vida ha arrojado a mi camino. Pero no es únicamente esta sugerencia profesional la que me trae de vuelta a estas líneas. Siento una necesidad profunda de desahogarme aquí, aunque sea solo por esta vez, sin prometer continuidad. Este escrito servirá, al menos, para aligerar algunos de los pesares que me han estado abrumando últimamente. Para dar algo de contexto, he atravesado una depresión que casi me consume por completo. Aunque he recorrido un largo camino hacia la mejoría, la oscuridad aún no ha abandonado del todo mi horizonte. A esto se suma la angustia por la grave situación de salud de mi padre, una realidad que me ha forzado a replantear muchas cosas en mi vida, temas ...

Lo que aún soy capaz de decir

Hoy me ha pasado algo que todavía estoy procesando, algo que hace unos meses me habría dejado temblando. He coincidido en el metro con el chico con el que estuve quedando hace un tiempo, ese mismo que un día me dijo, sin que le temblara la voz, que con mi esclerosis nadie querría nada conmigo más que encuentros puntuales, que nadie “hipotecaría su vida” por alguien destinado, según él, a terminar postrado en una silla. Aquel comentario me atravesó y me hundió; me hizo sentir pequeño, insignificante, una carga incluso antes de serlo. Durante mucho tiempo creí que llevaba razón, que quizá yo no era más que una vida en pausa que nadie querría compartir. Hoy, en ese vagón lleno donde casi no cabía un alma más, me lo he encontrado. Ni siquiera me saludó: simplemente empezó a rozarse contra mí, como si nada hubiera pasado, como si tuviera algún derecho sobre mí. Le pedí que parara, pero siguió, así que me bajé en la siguiente estación solo para quitármelo de encima. En el andén vino detrás y...

Cien latidos

Cien textos. Cien momentos en los que escribir fue lo único que pude hacer cuando todo lo demás me sobrepasaba. No siempre tuve fuerzas, y muchas veces no encontraba sentido alguno, pero incluso en los días más rotos, o precisamente en ellos, algo dentro de mí necesitaba salir, ser dicho, narrarse, aunque fuera al vacío. Como si poner palabras fuera, todavía, la única forma posible de seguir existiendo sin romperme del todo. No hay victoria aquí, ni redención. No hay moraleja de superación ni aplausos por haber llegado tan lejos. Lo único que puedo afirmar con certeza es que sigo, más cansado, con un cuerpo que se desmorona por dentro y una mente que hace tiempo que dejó de estar del todo entera, pero sigo. Y eso, con esta enfermedad, ya es mucho más de lo que parece. No recuerdo el momento exacto en el que decidí empezar este blog, solo sé que necesitaba un sitio donde volcar todo lo que no podía decir en voz alta. No buscaba consuelo, ni comprensión, ni siquiera compañía. Solo necesi...