Ir al contenido principal

Recuerdos felices

 

En muchos libros y películas hablan de que cuando has vivido una experiencia cercana a la muerte tienes un momento en el que ves rápidamente como pasa toda tu vida por delante de tus ojos. Yo he vivido en dos ocasiones como me reanimaban estando en el hospital y nunca he visto nada de eso, realmente estaba inconsciente en esos momentos y no recuerdo absolutamente nada. Sin embargo, en estos días estoy pensando mucho en el pasado y, aún con todas las cosas malas que he pasado, echo de menos muchas cosas.

Ahora que se acerca la navidad, recuerdo como eran antes. Íbamos todos a casa de mi abuela, que pasaba el día cocinando y llenaba la mesa de comida que duraba para toda la semana. Siempre compraba un cordero y lo preparaba para la cena de nochebuena, pero jamás conseguíamos llegar a ese plato principal con todos los entrantes que lo acompañaban antes, así que terminábamos comiéndolo al día siguiente con todas las sobras de la noche anterior. Nos reuníamos mis padres, mis hermanos, mis abuelos, mis tías y primos, y pasábamos toda la noche con música y charlas de todo tipo. A la yaya le encantaba sacar su tocadiscos y ponernos los grandes clásicos que ella bailaba de joven en los guateques donde bailaba todos los fines de semana sin parar. Además, nos contaba todas sus historias de juventud con los novios que había tenido, que, aun escuchándolas cada año, siempre acababa riéndome a carcajadas con esa gracia con la que las contaba. Ahora todo es diferente, ella ya no está, mis hermanos tienen su vida fuera y sólo quedamos yo y mis padres para estas reuniones navideñas. Por ello estas fiestas han perdido esa magia que tenían antes para mi y ya no las espero con tantas ganas como antes.

He pensado mucho también en aquella primera chica de la que me enamoré, ese primer amor que te pone todo patas arriba y por la inexperiencia de la juventud y la falta de madurez acabas perdiendo. Nos conocíamos desde los tres años, que empezamos a ir al mismo colegio y seguimos siempre juntos en la misma clase hasta el final del bachillerato. Sin embargo, no fue hasta separar nuestros caminos en la universidad, cuando comenzamos nuestra relación. Fueron tres años increíbles, nos compenetrábamos muy bien y teníamos la ventaja de haber sido amigos antes que pareja, por lo que nos conocíamos perfectamente. Fue por mi culpa que todo acabara y quizás fue el mayor error de mi vida, pero me alegro de que sigamos hablando de vez en cuando y poder saber de ti.

Aunque parezca mentira, me acuerdo mucho también de la época en la que estaba haciendo la tesis doctoral, que fue dura por recibir el diagnóstico y pasar momentos duros con los brotes, pero también fue una de las etapas más felices de mi vida. Eran días en los que pasaba la mayor parte del tiempo trabajando sin parar, pero me encantaba lo que hacía. También me permitió conocer a la persona que salvó mi vida en aquellos momentos de brotes difíciles, que, aunque todo haya cambiado y ya no sea igual que antes, sigue conmigo como puede. Todo lo vivido durante esta fase creo que me preparó para los problemas que han venido después, haciéndome más resiste a todo lo que vendría.

No se si esta vez tendré esa experiencia de ver mi vida pasar fotograma a fotograma, pero no paran de venirme recuerdos en estos días viendo esos momentos claramente al cerrar los ojos. Sé que tengo que pensar en el futuro, aunque sea corto, y ver como puedo aprovechar al máximo estos meses, pero me está costando. Estoy más sólo que nunca y se me está haciendo muy cuesta arriba, por ello a veces me gusta tumbarme, poner un poco de música y cerrar los ojos para recordar esas épocas felices en las que era realmente yo y no la sombra de lo que fui, que es lo que queda ahora.



Comentarios

Entradas populares de este blog

La fuerza del destino

Han transcurrido cinco meses desde la última vez que vertí mis pensamientos en este rincón digital, y hoy retorno a él impulsado por dos motivos fundamentales. El primero nace de la recomendación de mi psicólogo, con quien he estado trabajando diligentemente para comprenderme mejor y enfrentar los desafíos que la vida ha arrojado a mi camino. Pero no es únicamente esta sugerencia profesional la que me trae de vuelta a estas líneas. Siento una necesidad profunda de desahogarme aquí, aunque sea solo por esta vez, sin prometer continuidad. Este escrito servirá, al menos, para aligerar algunos de los pesares que me han estado abrumando últimamente. Para dar algo de contexto, he atravesado una depresión que casi me consume por completo. Aunque he recorrido un largo camino hacia la mejoría, la oscuridad aún no ha abandonado del todo mi horizonte. A esto se suma la angustia por la grave situación de salud de mi padre, una realidad que me ha forzado a replantear muchas cosas en mi vida, temas ...

El miedo de ser una carga

Cuando recibes malas noticias en la vida, el primer instinto es la negación, buscar una manera de minimizar el problema o, mejor aún, de hacerlo desaparecer por completo. Como mencioné en publicaciones anteriores, los últimos resultados de mi enfermedad no fueron alentadores. Me han comunicado que he entrado en la fase final, y pronto empezaré a sentir todo el peso de la esclerosis. A veces me engaño a mí mismo pensando que lo he aceptado, pero la realidad es muy distinta. Intento encontrar algún pequeño atisbo de esperanza. Por eso hoy acudí a otro neurólogo, especialista en esta enfermedad, en busca de una segunda opinión. Sin embargo, no obtuve lo que buscaba; la consulta solo confirmó el diagnóstico inicial. Es difícil vivir cuando tu futuro está condicionado por algo así. En este momento, me siento roto en mil pedazos, y recurro al blog para intentar recomponerme, soltando aquí lo que pienso. Quizás me estoy abriendo demasiado y eso me asusta, tal vez incluso acabe borrando esta p...

Carta al niño que fui

Como mencioné en mi última publicación, la situación ha empeorado notablemente desde la última revisión médica, y las noticias no han sido alentadoras. Estoy trabajando con mi psicólogo para aprender a sobrellevar esta fase final de la enfermedad, y, como parte de ese proceso de aceptación, me sugirió escribir una carta a ese niño que alguna vez fui, antes del diagnóstico, antes siquiera de enfrentar los aspectos más oscuros de la vida. He reflexionado mucho sobre cómo redactar esta carta, sobre qué palabras podría ofrecerme a mí mismo para prepararme ante todo lo que estaba por venir. Se amontonan tantas ideas en mi cabeza, pero intentaré destilar lo esencial en este post, enfocándome en lo que considero más importante. Lo primero que le diría a ese niño es, inevitablemente, que enfrentará una situación de salud devastadora, algo que trastocará todo lo que hasta entonces conocía. Ese monstruo, la esclerosis, lo golpeará con una fuerza implacable, pero a la vez, le abrirá los ojos para...