Ir al contenido principal

El momento de rendirse

Desde que empecé con este blog he pasado por todo tipo de momentos, como en una montaña rusa, llena de subidas y bajadas. He estado cayendo sin paracaídas y otras veces volviendo a recuperar el vuelo. Sin embargo, ahora he llegado a un punto en el que ya no puedo volver a salir a flote por mucho que lo intente. Es brutal como esta enfermedad destruye todo lo que tienes, como te va minando poco a poco hasta dejarte en la más mínima expresión de lo que eras antes. He intentado luchar contra ella de todas las formas posibles, armándome de valor y sacando fuerzas de donde no las había, pero ha llegado un momento que no puedo más. He decidido parar, dejar de enfrentarme a la esclerosis y rendirme.

Esto no quiere decir que vaya a forzar nada, simplemente se me han acabado las fuerzas y voy a dejarlo pasar todo hasta que mi cuerpo aguante, pero ya he perdido esa ilusión o motivación de poder recuperarme y hacer una vida normal. Siento estar dando esta visión tan negativa y no quiero con ello desanimar a nadie que pueda leer estas páginas, todo lo contrario, os animo a luchar siempre porque muchos de vosotros seguramente podáis con ello, ya que lo que yo cuento aquí es simplemente mi caso personal.

Estoy escribiendo estas palabras desde la cama, el lugar donde he pasado todo el día. Me pesa el cuerpo y no tengo ninguna motivación para levantarme de aquí. He intentado en estas semanas mantener mi trabajo, pero esta semana lo voy a dejar. Tengo la suerte de que mi trabajo me apasiona, pero no me parece justo para la gente a la que enseño y superviso, no dar una versión al cien por cien de mí. La verdad que ha sido increíble poder vivir lo que es ser profesor de universidad y si no hubiese tenido esta mierda de enfermedad, estoy seguro de que podría haber llegado muy lejos.

No tengo ni idea de cuanto más aguantará mi cuerpo así, pero ojalá que sea poco, porque estoy deseando poder descansar y creo que es mi momento ya. No sé qué filósofo decía que todos nacemos con un papel en este mundo y cuando eso se termina, se acaba la vida en el mundo terrenal. Ligado a este pensamiento filosófico, yo creo que mi papel aquí ha terminado. He cumplido con muchos retos profesionales, conseguido que mis padres estén orgullosos de mí y arreglar todos nuestros problemas, ayudar en lo que he podido a mis amigos,…

Sin embargo, siento que mi ciclo ya está cerrado del todo para mí y para lo que puedo aportar a mi alrededor. No sé si volveré a escribir por aquí, no lo creo, así que aquí cierro mi historia. No sé si realmente le habrá servido esto a alguien más que a mi para desahogarme, solamente espero que os vaya mejor que en mi caso y podáis vencer a esta enfermedad. Yo hice todo lo que pude pero finalmente ha podido conmigo, así que como dice mi última canción del blog, una que sonaba mucho en mi infancia, si vuelvo a escribir, tal vez sea desde el cielo.



Comentarios

Entradas populares de este blog

La fuerza del destino

Han transcurrido cinco meses desde la última vez que vertí mis pensamientos en este rincón digital, y hoy retorno a él impulsado por dos motivos fundamentales. El primero nace de la recomendación de mi psicólogo, con quien he estado trabajando diligentemente para comprenderme mejor y enfrentar los desafíos que la vida ha arrojado a mi camino. Pero no es únicamente esta sugerencia profesional la que me trae de vuelta a estas líneas. Siento una necesidad profunda de desahogarme aquí, aunque sea solo por esta vez, sin prometer continuidad. Este escrito servirá, al menos, para aligerar algunos de los pesares que me han estado abrumando últimamente. Para dar algo de contexto, he atravesado una depresión que casi me consume por completo. Aunque he recorrido un largo camino hacia la mejoría, la oscuridad aún no ha abandonado del todo mi horizonte. A esto se suma la angustia por la grave situación de salud de mi padre, una realidad que me ha forzado a replantear muchas cosas en mi vida, temas ...

Lo que aún soy capaz de decir

Hoy me ha pasado algo que todavía estoy procesando, algo que hace unos meses me habría dejado temblando. He coincidido en el metro con el chico con el que estuve quedando hace un tiempo, ese mismo que un día me dijo, sin que le temblara la voz, que con mi esclerosis nadie querría nada conmigo más que encuentros puntuales, que nadie “hipotecaría su vida” por alguien destinado, según él, a terminar postrado en una silla. Aquel comentario me atravesó y me hundió; me hizo sentir pequeño, insignificante, una carga incluso antes de serlo. Durante mucho tiempo creí que llevaba razón, que quizá yo no era más que una vida en pausa que nadie querría compartir. Hoy, en ese vagón lleno donde casi no cabía un alma más, me lo he encontrado. Ni siquiera me saludó: simplemente empezó a rozarse contra mí, como si nada hubiera pasado, como si tuviera algún derecho sobre mí. Le pedí que parara, pero siguió, así que me bajé en la siguiente estación solo para quitármelo de encima. En el andén vino detrás y...

Cien latidos

Cien textos. Cien momentos en los que escribir fue lo único que pude hacer cuando todo lo demás me sobrepasaba. No siempre tuve fuerzas, y muchas veces no encontraba sentido alguno, pero incluso en los días más rotos, o precisamente en ellos, algo dentro de mí necesitaba salir, ser dicho, narrarse, aunque fuera al vacío. Como si poner palabras fuera, todavía, la única forma posible de seguir existiendo sin romperme del todo. No hay victoria aquí, ni redención. No hay moraleja de superación ni aplausos por haber llegado tan lejos. Lo único que puedo afirmar con certeza es que sigo, más cansado, con un cuerpo que se desmorona por dentro y una mente que hace tiempo que dejó de estar del todo entera, pero sigo. Y eso, con esta enfermedad, ya es mucho más de lo que parece. No recuerdo el momento exacto en el que decidí empezar este blog, solo sé que necesitaba un sitio donde volcar todo lo que no podía decir en voz alta. No buscaba consuelo, ni comprensión, ni siquiera compañía. Solo necesi...