En estas noches tan largas con
los dolores voy a ir escribiendo más por aquí. He decidido apagar el móvil en
estos picos del brote porque al final acabo escribiendo cosas que no debo y
rogando ayuda a la gente equivocada. Creo que peco de egoísta al creer que la
gente tiene que estar para apoyarme en todo momento y al final como dice aquel
dicho, nacemos solos y morimos solos, por lo que tengo que aprender a gestionar
esto de otra forma, por lo que tener el móvil a mano no ayuda. Sin embargo,
escribiendo aquí me siento más libre y me sirve como vía de desahogo, la única
que me queda.
La psicóloga me dijo que tengo
demasiada empatía, otra cosa más que añadir a mi historial clínico, ya bastante
abultado. Tiendo a implicarme demasiado en los problemas de los demás y menos
en los míos, por lo que muchas veces espero que respondan de la misma forma
conmigo y eso me puede llevar a pedir demasiado y perder amistades por
saturarles con mis problemas. Sin embargo, durante toda mi vida he hecho
siempre lo contrario, guardarme todo para mí y evitar abrirme con las personas
más cercanas, pero quizás esta enfermedad me ha superado muchas veces y he
dejado la empatía a un lado y sólo he pensado en mi sin tener en cuenta los
sentimientos ajenos. Me preguntó si me sentía querido, no desde un punto de
vista amoroso o sexual, sino por parte de mi familia y amigos, y la dije que
ahora mismo no lo sentía mucho.
Mi vida ha cambiado
indudablemente desde el diagnóstico y más aún en estos últimos meses con este
brote tan jodido, el peor hasta la fecha, pero, aunque yo me haya quedado
estancado debido a esta lucha con la esclerosis, la vida de todos los de mi
alrededor ha seguido avanzando y ya nada puede ser igual. Ayer cometí el error
de buscar ayuda en la persona equivocada. Os hablé hace tiempo de la primera
persona a la que acudí buscando ayuda psicológica, que pasó de ser mi terapeuta
a ser un amigo. Todo acabó torciéndose, seguramente por esta manía mía de pedir
demasiado cuando cojo confianza con alguien, y esa amistad dio paso al
sentimiento contrario, un odio visceral y muy desagradable. Anoche me dolían
mucho las piernas, estaba sólo y no tenía a nadie con quien poder desahogarme,
así que le escribí un correo a la desesperada pidiendo su ayuda. Recibí una
respuesta fría y bastante cruel, que no voy a compartir aquí, pero me dejó
bastante peor al leerlo. Esta mañana, ya sin dolor y más tranquilo, he vuelto a
leer ese correo y ya no me ha hecho el mismo efecto, sino que me he dado cuenta
de que tengo que ser más fuerte y si no puedo controlarme en los brotes, es
mejor que evite el móvil en esos momentos. Por ello, he pensado que es mejor que
desaparezca para el mundo durante esas horas de dolores, cuando no me conozco
ni yo mismo y puedo cometer errores de los que luego voy a arrepentirme. Quizás
es cuando soy yo verdaderamente, esos momentos en los que estoy más vulnerable,
pero abrirse demasiado sólo trae problemas y que la gente acabe alejándose.
No sé cuánto tiempo va a durar
este brote ni si podré con ello, pero para mantener lo poco que me queda en mi
vida me pondré la máscara y una sonrisa en la cara cuando no me duelan las piernas
y cuando empiece la tortura desconectare del mundo para no molestar a nadie. Es
dar pasos atrás, a épocas de mi vida donde era mucho más hermético que ahora,
pero también cuando era todo mucho más fácil y adonde volvería sin dudarlo.
Comentarios
Publicar un comentario