Ya hace tiempo que no paso por aquí
y pensaba que ya no iba a volver, pero hoy tengo ganas de escribir un poco y
quiero compartirlo. Desde la última vez que plasmé unas letras en esta página
no ha habido muchos cambios determinantes, pero para poner todo esto en
contexto debo empezar por mis últimas visitas a la neuróloga.
Como se podía esperar, se ha
acabado confirmando que mi esclerosis ha avanzado a la última fase, la forma
secundaria progresiva. En esta etapa los brotes no aparecen y desaparecen, sino
que se quedan contigo aumentando o disminuyendo su actividad, pero dejando
secuelas que perduran en el tiempo. Mi brote con las piernas parece ser la
carta de bienvenida a esta etapa, ya que, desde noviembre que comenzó, solo me
ha dado periodos cortos de descanso, e incluso ahora mientras escribo, las
piernas vuelven a doler. Parece ser que esa noria que era la enfermedad, con
subidas y bajadas, se ha convertido en la peor de las montañas rusas, con una
pendiente cada vez más inclinada y que solo lleva hasta un abismo sin fondo.
Sólo hay una cosa peor que la
muerte, y es sentirte muerto en vida. No sé el tiempo que va a aguantar mi
cuerpo, si el siguiente brote se centrara en alguna función vital, pero pase lo
que pase, yo siento que ya hace tiempo que no estoy vivo. No me voy a hacer el
fuerte y claro que tengo miedo al final. Quizás viva muchos años más, pero lo
que realmente me da miedo son las condiciones en las que se va a desarrollar
esa vida. Ahora mismo la incertidumbre es total, tengo días en los que puedo
andar, otros en los que me cuesta coordinar las piernas y tengo una cojera
evidente, e incluso noches con dolores fuertes como ahora. El no saber si
mañana cuando me levante podré caminar me está matando lentamente y es una
agonía que no voy a ser capaz de aguantar por mucho tiempo.
La gente te dice que luches, que
merece la pena vivir, pero la vida no es esto, o al menos como yo la concibo.
En el trabajo no puedo centrarme en seguir creciendo porque los días siguientes
a las noches de dolor, no consigo concentrarme, y aquellos otros en los que
consigo levantarme tras haber dormido más horas, de repente aparece la cojera.
Una de las cosas que más me gusta hacer es viajar y con este brote se ha
convertido en una de las cosas más difíciles de hacer para mí. Esto hace que
aparezcan sentimientos que no me gustan y que nunca he tenido, como puede ser
la envidia. Hace tiempo os hablé de cómo había planeado el viaje de mis sueños,
sin embargo, ahora que ya es imposible para mí, mi hermano me pidió el boceto
de la planificación que había hecho para poder usarlo en su viaje de boda. Se
lo he dejado y él va a poder cumplir mi sueño, pero, aunque pueda vivirlo en
parte viendo sus fotos y escuchando sus vivencias, no puedo evitar ese
sentimiento tan desagradable que es la envidia.
Al verme en esta situación cada vez
estoy más melancólico, y me gusta echar vistazos a fotos y vídeos de momentos
más felices de mi vida, lo que me hace pasarlo mal en muchas ocasiones, pero me
recuerda que en algún momento pude ser feliz de verdad. Estoy en la que creo
que es la fase más difícil de la enfermedad porque como todo, esto también
tiene un principio y un final. Estoy realmente cansado de llorar y las fuerzas
me flaquean, pensando muchas veces si no sería mejor poner un punto y final y
no continuar. No me gusta tener estos pensamientos y daría lo que fuera porque
todo cambiase, pero no he tenido suerte en la vida y cada vez me quedan menos
ganas de continuar.
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