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Adios

Llevo bastantes días intentando empezar a escribir este post y no encontraba el momento ni las palabras, abandonándolo a la mitad o incluso en las primeras frases, pero finalmente ha llegado la hora. Estoy escribiendo desde la pantalla de mi móvil en el único lugar en el que me encuentro en paz, la Iglesia de la Paloma. No tiene nada que ver con la religión, ya que hace tiempo que abandoné cualquier creencia, pero la yaya era una gran devota de esta virgen y aquí me siento más cerca de ella. Me siento más solo que nunca y sólo se me ocurre venir aquí y desahogarme en el lugar que era tan importante para la única persona de mi familia que me quiso de verdad.

Estoy decepcionado conmigo, no he podido con esto y creo que me he equivocado muchísimo en esta vida. No sé si he tenido mala suerte de nacer en el momento y lugar equivocados, o si simplemente el error he sido siempre yo mismo. Llevo toda mi vida intentando ayudar a los demás, sacrificándome siempre por mi familia e intentando estar siempre para todo el mundo, pero no he recibido lo mismo. Me he dado cuenta de que he sido el comodín para mucha gente, esa persona que sabes que siempre va a estar ahí, pero nunca será tu prioridad. Supongo que mi forma de ser no ha sido la más acertada, ya que la mayoría de la gente piensa en ellos primero y luego en los huecos que quedan ya se preocupan de los demás. Si pudiese volver atrás en el tiempo haría las cosas de forma distinta, ya que lo he dado todo por gente que cuando más los necesito ahora mismo, ya no están.

Es curioso que el lugar donde haya acabado sintiéndome más cómodo sea una Iglesia, jamás me lo habría imaginado. Incluso ayer, en vez de recibir apoyo de mi gente más cercana, se me acercó una señora a darme un pañuelo para secarme las lágrimas y me dio un abrazo, sin conocerla de nada, y creo que fue la muestra de preocupación más grande que la recibida por parte de mi familia en los últimos días. Al estar aquí sentado me pongo a hablar con la yaya y la estoy pidiendo que esto acabe ya, que ya no aguanto más esta incertidumbre y la tortura continua. Puede que esté perdiendo ya la cabeza del todo, pero sigo creyendo que me va a escuchar y va a entenderme y dejarme ir con ella.

La soledad que siento es brutal, ahoga más que los problemas cardiacos y esa fatiga que me acompañó un tiempo. Siento más que nunca que el mundo sigue girando y yo me he quedado inmóvil, agarrado por las piernas por esta enfermedad de mierda. Ha acabado con todo lo que tenía, aunque, en parte, me ha hecho darme cuenta de que muchas veces he sido demasiado estúpido al dar todo de mí con personas para las que no soy tan importante, aunque sean incluso familia.

Una canción bastante antigua decía que tres cosas hay en la vida, salud, dinero y amor. La primera no hace falta comentarla en mi caso, el dinero tampoco ha sido muy abundante nunca y el amor también se ha terminado de desmoronar del todo, al darme cuenta de que estoy más sólo que nunca. Por todo esto, llega el momento de decir adiós.

Creo que he luchado todo lo que he podido y he aguantado mucho más tiempo del que me esperaba. Sin embargo, es hora de despedirse. Tengo que comenzar un viaje que ya no podré relatar aquí, pero os deseo a todos los que hayáis leído alguna vez estas palabras que consigáis superar esta mierda y tirar para adelante. Estoy seguro que si contáis con el apoyo que a mi me ha faltado, podréis con ello. Con esto cierro este blog que tantos momentos buenos y malos me ha dado, me despido de estas páginas y el diario de un esclerótico se cierra para siempre.



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