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La familia

En muchas películas y series americanas, se promueve el ideal de una familia perfecta, aquellas personas que están presentes desde el momento en que naces y que te apoyarán incondicionalmente a lo largo de toda tu vida. Lamentablemente, mi experiencia no ha sido así. Es cierto que, desde que enfrenté la enfermedad, decidí cargar con todo yo solo, con la única intención de no causarles sufrimiento. Quizás me equivoqué en ese enfoque, ya que debería haber contado con su apoyo desde el principio. Sin embargo, los últimos meses me han confirmado que no hubiesen sido los mejores aliados en esta situación.

Me he debatido mucho sobre si escribir o no este post, preocupado de que estas palabras puedan llegar a ellos algún día. Pero llega un punto en el que necesito desahogarme, y tal vez no esté mal que se enteren por aquí, ya que he intentado hablar con ellos en persona varias veces sin éxito. Este año ha sido, sin duda, el más difícil de mi vida, y anhelaba poder descansar y desconectar durante estas vacaciones, aunque fuera solo unos días en la playa con personas que me valoraran. Desafortunadamente, debido a diversas circunstancias, diferentes planes se cancelaron, pero aún quedaban las vacaciones familiares, las cuales cobraron aún más significado este año debido a un tema del que no quiero hablar aquí. La sorpresa llegó cuando me di cuenta de que toda mi familia había organizado un viaje y me habían dejado fuera de los planes, lo cual me sorprendió y dolió mucho. Tras conversar con mi psicólogo, decidí confrontarlos directamente. Su respuesta fue que con mis problemas yo no les hacía bien y que mi padre necesitaba descansar, por lo que habían decidido que yo me quedase fuera del plan.

Afrontar un rechazo tan directo de mi propia familia ha sido increíblemente difícil de manejar. Uno de mis mayores temores con la esclerosis siempre ha sido convertirme en una carga para los demás, y esta situación solo ha intensificado ese sentimiento. Estos días en casa, sintiéndome solo, han sido muy complicados. Por las noches, a pesar de intentar evitarlo, las lágrimas no cesan. Me siento culpable por la enfermedad, culpable por no poder llevar una vida normal y arrastrar a los demás con esta carga. Me temo que, sin importar cuánto intente ser un buen hijo o hermano, nunca será suficiente, y siempre seré visto como una molestia para ellos. Por ello, temo el día en que pueda perder la capacidad de mover mis piernas a voluntad y necesite de su ayuda constante, porque si no puedo contar con ellos ahora, mucho menos lo haré en ese momento.

Comencé luchando solo contra este monstruo de la enfermedad, luego intenté contar con su ayuda, pero ahora me encuentro solo nuevamente. Sin embargo, quiero aprovechar este post para hablarles de otro tipo de familia: aquella que encuentras en el camino de la vida y no con la que naces. He tenido la suerte, como ya les he contado en otros posts, de encontrar a una persona que se ha convertido en mi hermano y que, en los momentos buenos y, sobre todo, en los malos, nunca me ha soltado la mano. Pero esa suerte no termina ahí, ya que su familia, casi sin conocerme, me ha brindado su apoyo y cariño, algo que realmente necesito en estos momentos difíciles. Por eso, animo a todos los que estén leyendo este blog y estén pasando por una situación similar, a que consideren que la vida a veces nos presenta personas que no esperábamos, pero que pueden ser lo más hermoso que nos suceda.

A pesar de toda esta situación, sigo amando a mi familia y, en muchas ocasiones, trato de ponerme en su lugar para entender su comportamiento. Esta enfermedad es como una maratón agotadora, y creo que ellos ya han agotado todas sus fuerzas conmigo. Por lo tanto, si algún día llegan a leer estas palabras cuando yo ya no esté, solo quiero que sepan que no les guardo ningún rencor y que, dentro de mis posibilidades, nunca fue mi intención hacerles la vida más difícil. Aceptaré el amor y el apoyo que recibo de aquellos que han demostrado estar ahí para mí, y seguiré adelante con la esperanza de que, a pesar de los obstáculos, la vida puede regalarnos conexiones genuinas y una familia que va más allá de los lazos sanguíneos, lo que también me hace un poco más difícil el momento de tener que despedirme de todo esto.



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