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100 metros

Hace tiempo ya, cuando aún estaba asimilando que tenía esclerosis, estrenaron en el cine una película sobre el tema con el título de este post, la cual contaba la historia real de una persona que fue diagnosticada también y mostraba sin tapujos el lado más crudo de esta enfermedad. En ese entonces me acompañó mi ancla a verla en el cine y no fue un momento fácil para ninguno de los dos, ya que yo me rompí casi desde los primeros minutos de la película y él tuvo que sostenerme durante la hora y media que duró y los minutos de después. Hace casi siete años ya de eso y nueve de vivir con este monstruo sobre mi espalda. Hoy la he encontrado en Netflix y he vuelto a verla, esta vez sólo, ya que ahora mismo no tengo quien me acompañe, y desde una experiencia de vida mucho mayor que en aquel momento.

Me he dado cuenta de que muchas de las cosas que pude ver en aquel cine las he vivido, cosas que en ese día jamás pensé que me fueran a pasar a mí o simplemente me lo negaba a mi mismo. Hay una escena que he vivido casi de la misma forma, en la cual el protagonista sufre un brote en medio de un paso de cebra. Ayer estaba cruzando una calle muy céntrica de la ciudad en la que vivo y derrepente me di cuenta de que no podía mover la pierna derecha, quedándome estático en medio de la carretera hasta que el semáforo se puso en rojo y empezaron los pitidos de todos los coches que esperaban para poder seguir a su destino. Me puse muy nervioso al verme incapaz de avanzar y por la escena que estaba montando en medio de la calle. En la película la mujer del protagonista le agarraba y le ayudaba a cruzar al otro lado, pero yo tuve que arrastrarme como pude al otro lado de la acera a duras penas. Pensándolo ahora me da bastante pena que nadie intentase ayudarme, habiendo bastante gente allí, y en vez de eso pitaban gritaban que me apartase. El hombre en el que se basa esta historia tenía a su mujer de su lado siempre, un punto de apoyo que tenía siempre cerca para apoyarle. Ahora mismo a mí me falta eso, y puede que sea uno de los motivos por los cuales yo he fracasado en la lucha con este monstruo, el no tener a quien me dé un abrazo mientras lloro, y esta soledad me está acabando de matar.

Al principio de la pelicula, cuando le diagnostican y empieza a vivir la enfermedad, hay dos frases que ahora entiendo perfectamente. Hablando sobre su miedo a la enfermedad, le comenta a su mujer que como se siente en ese momento es como se va a sentir mejor en su vida. A mi me ha pasado algo parecido, me he dado cuenta de que lo feliz que era cuando me atravesó esa noticia, ya jamás lo voy a ser. Y es por ese miedo que te atenaza todos los sentidos, pensar si mañana me dará un brote y se me parará el corazón, o si me quedaré ciego y no podré volver a ver la cara de la gente que quiero o incluso la mía propia. Otro momento muy duro es cuando se da cuenta finalmente de que no va a poder hacer ciertas cosas que antes podía y le hacían feliz, y decide borrar todo lo que tenía apuntado en su agenda, algo que yo ya he hecho muchas veces y ahora mismo solo intento vivir día a día sin ningún tipo de ilusión o esperanza de hacer nada.

Muchas veces lo más complicado de esta enfermedad es que la gente entienda lo que es vivir con esto. El protagonista intenta explicárselo a su suegro y para ello le hace girar varias veces  para ponerle después al borde de un precipicio. De esta forma intenta simular lo que vivimos cada día. Supongo que mucha de la gente que lee este blog ya habrá visto esta película y sino la recomiendo desde aquí, sobre todo a la gente que no sufre esta enfermedad, ya que te da una idea de lo que es y así es un poco más fácil entendernos. Cómo dice el protagonista, bienvenido a mi mundo, con un pie en la tierra y otro en el abismo.



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