Llevo
bastante tiempo sin escribir aquí, aunque realmente no he parado de plasmar lo
que siento en palabras, pero guardándolas solo para mí. Con todo lo que he
pasado este último año decidí volver a meterme en ese caparazón en el que
estaba antes y no sacar a la luz mis sentimientos, algo que llevo haciendo un
mes, sin contar a nadie como me siento realmente. Ahora mismo estoy sentado
sólo en un parque dándole vueltas a todo y me he acordado de este blog, que
lleva un tiempo ya vacío de nuevas entradas.
La
enfermedad me está dando una pequeña tregua, aun teniendo algún día esporádico
donde vuelven los dolores y me recuerda que nunca va a abandonarme. Mi padre
está pasando también por momentos complicados de salud y está ingresado
recuperándose poco a poco. Estos días he estado apoyándole todo lo que puedo
yendo a verle al hospital para intentar animarle, aunque yo por dentro esté roto
en este momento. Allí he conocido a su compañero de habitación, un hombre que
no ha tenido una vida fácil, y que debido a las drogas lo perdió todo. Ayer,
mientras mi padre dormía, me contó su historia y hubo varias cosas que me
sorprendieron, pero lo que más me caló fue la visión de su posible final de
vida. Me dijo que él no cree en nada superior, que su vida es suya y de nadie
más, y que tenemos derecho a decidir cuándo termina. Él, por culpa de las
drogas, ha perdido el contacto con su familia, su salud ha empeorado mucho, y
lo único que mantiene sus ganas de vivir es su novia, alguien que aún con todo,
no le ha soltado la mano. Aun así, con todo esto, me dijo que tiene claro que
el día que no le vea sentido a seguir viviendo, él mismo decidirá acabar con
todo.
Yo
me encuentro en esa encrucijada más que nunca, valorando si merece la pena
seguir o acabar de una vez. A esta situación he llegado por un cúmulo de cosas
vividas en este último año, que se han ido sumando sin darme prácticamente un
respiro, desde brotes que han minado mi resistencia física hasta problemas de
salud en mi familia o rechazos y decepciones de gente que quiero y que no me
esperaba. Sin embargo, no me esperaba lo que ha acabado de darme la estocada
final, que han sido las palabras de esa persona por la que empezaba a sentir
algo más y que ya conté anteriormente en el blog. Aunque sé que sus argumentos
eran de peso, me hizo mucho daño, pero también darme cuenta de que por mucho
que lo intente, lo esconda o luche con ello, la esclerosis siempre va a estar
ahí, limitándome a no poder vivir ciertas cosas. La verdad que llevaba tiempo
negándome a mí mismo que yo pudiese vivir algo así cargando con esta
enfermedad, pero esto me lo ha acabado de confirmar. Al final la esclerosis es
una carga muy pesada y compartir ese peso con alguien que lo quiera asumir
voluntariamente es algo realmente difícil y tampoco sería justo para la otra
persona.
La
experiencia de todos estos años con esta enfermedad me ha hecho reafirmarme en que,
si quieres de verdad a una persona, ya sea desde un punto de vista de amor o de
amistad, lo mejor es apartarse, ya que este monstruo te va devorando y convirtiéndote
en algo que sólo trae cosas malas a los demás, o simplemente deciden no
enfrentarse a ello acompañándote en el camino.
Tengo
una tristeza y soledad dentro, que intento ocultar durante todo el día, pero
que cada vez puedo controlar menos. Me siento vacío por dentro y no me quedan fuerzas. Ante la imposibilidad de luchar más con
esto, tengo esa decisión de la que hablaba más clara que nunca, aunque en días
como hoy consiga, por un momento, recordar aquellos tiempos donde aún tenía
ganas de vivir.
Comentarios
Publicar un comentario