Ir al contenido principal

Para los que quieran entenderme

El día en que comencé a escribir este blog, jamás imaginé que lo seguiría durante tanto tiempo. Inicialmente, fue un refugio, un lugar seguro donde podía compartir mi historia sin temor, bajo el velo del anonimato y la facilidad de las palabras escritas. Con el tiempo, he atravesado diversas etapas, escribiendo a diario en ocasiones, o incluso dejando de hacerlo por meses. Hoy, al mirar atrás, este espacio ya no es solo un lugar para desahogarme, sino una forma de dejar mi historia por escrito, un rastro de mi vida real, para cuando ya no esté. Estoy seguro de que alguien compartirá este blog con aquellos que no entiendan mi decisión y que los tomará por sorpresa.

Voy a intentar explicar en esta entrada cómo me siento en este momento, para que podáis comprenderme, una carta para aquellos que no entiendan mi decisión y les haya pillado de sorpresa. He librado mil batallas desde que me diagnosticaron la esclerosis múltiple, superando cada obstáculo, creyendo que aún tenía mucho por lo cual vivir y que todo mejoraría. Mantener una sonrisa en muchos momentos ha sido difícil, pero siempre lo he intentado para preservar lo que forma parte de mí. En ocasiones en las que atravesaba un brote o recibía tratamiento, con dolores que nadie sospechaba, seguía siendo yo mismo, aunque fuera una tarea ardua. Lo hacía con la esperanza de que todo pasaría y podría seguir con mi vida normal.

No ha sido fácil. Aquellos que me conocen bien saben lo difícil que es obtener un doctorado y el duro camino de la tesis, y más aún con la carga de la esclerosis. Sin embargo, estaba decidido a lograrlo, enfrenté todo con determinación y lo conseguí, hace siete años, esa fecha tan especial para la que queda muy poco. En el aspecto laboral creo que lo he dado todo de mi siempre, quizás no he conseguido destacar en nada pero me queda la conciencia tranquila de haber hecho todo lo que he podido sin pisar nunca a nadie. Esta última semana he intentado dejar preparado todo lo que he podido para que todo con lo que me había comprometido siga adelante. Como amigo creo que sí he fallado, no he estado siempre cuando me han necesitado por mis problemas y me arrepiento de no haber estado a la altura. Me gustaría usar este post para pedir perdón por esto porque no he estado a la altura.

Hasta este punto, es posible que os preguntéis por qué me rendí, por qué arrojé la toalla cuando antes tenía tanta fortaleza. Si habéis leído todo el blog, quizás hayáis comenzado a comprenderlo en parte, aunque es complicado explicarlo detalladamente en una sola entrada. Este último año ha sido decisivo; muchas cosas han cambiado, y mi fuerza se ha ido desvaneciendo hasta quedarme sin energía. El brote en las piernas ha sido devastador, con dolores intensos que me mantenían postrado en una cama, incapaz de moverme, minando lentamente mi cuerpo y mi mente. Sin embargo, creo que no fue el dolor físico lo que finalmente me venció, sino más bien tres sentimientos clave que, al combinarse, me asestaron el golpe final: la incertidumbre, la impotencia y la soledad.

La incertidumbre, esa protagonista constante en la enfermedad de las mil caras. Mientras todos hacían planes para el futuro, yo nunca sabía si podría cumplirlos, si un brote frenaría mis planes o si uno nuevo aparecería en el momento menos oportuno. Esto generaba una constante impotencia, una frustración de no entender por qué, a pesar de mis esfuerzos, no podía alcanzar lo que para otros resultaba sencillo. Esto fue minando mi personalidad y me costaba cada vez más mantenerme como era antes. No obstante, lo más difícil de este último año ha sido la soledad. Muchas cosas cambiaron a mi alrededor, y me sentí más solo que nunca, viendo cómo las personas cercanas se alejaban. Supongo que la vida es así, no espera a quienes llevamos esta enfermedad que nos retiene y nos impide avanzar al ritmo de los demás, dejándonos atrás y excluyéndonos del círculo de quienes queremos. He vivido muchos momentos estos últimos meses en los que necesitaba unas palabras de ánimo o simplemente una muestra de cariño, pero he sentido que ya no tenía ese apoyo con el que contaba antes. Las prioridades y las vidas del resto cambian, pero yo sigo estancado en el mismo lugar, sin poder avanzar.

Creo que el momento de poner fin a todo llegaría tarde o temprano, aunque hubiera deseado continuar luchando. Sin embargo, estoy agotado. Aun así, quiero que sepáis que no me arrepiento de nada y que no albergo rencores. A pesar de los problemas, he experimentado momentos maravillosos y he tenido la suerte de encontrar personas que me apoyaron, dejando una huella positiva en mi vida. Ojalá hubiera sido más fuerte y no hubiera decepcionado a quienes me quieren, pero no podía más.

Tengo en mente a alguien a quien quisiera dedicar palabras más personales, pero creo que ya lo he hecho a lo largo de este año en el blog y en persona. Así que simplemente quiero decir: perdón por haberme rendido y gracias por enseñarme el verdadero significado de la palabra "hermano", que descubrí más tarde, gracias a ti. No puedo estar más agradecido a las coincidencias extrañas de la vida que nos llevaron a cruzar nuestros caminos en este viaje compartido, del que ahora tengo que bajarme. Mi lugar ya no está aquí, creo que he cumplido mi función en la vida y ya me toca descansar. Me hubiese gustado poder hablar contigo pero por circunstancias de la vida es difícil ahora, sin embargo creo que de todos los que puedan leer este blog serás quien mejor lo entienda todo.

Ahora me toca cerrar algunos capítulos para encontrar paz. No creo que vuelva a este blog, pero dejo aquí plasmada toda mi historia en estas 85 publicaciones; es un resumen de la lucha que, al final, no pude superar. No soy ejemplo de nada porque al final he fracasado, pero al menos podréis entenderme en parte.

Nos vemos en algún otro lugar, más allá del arco iris.



Comentarios

Entradas populares de este blog

La fuerza del destino

Han transcurrido cinco meses desde la última vez que vertí mis pensamientos en este rincón digital, y hoy retorno a él impulsado por dos motivos fundamentales. El primero nace de la recomendación de mi psicólogo, con quien he estado trabajando diligentemente para comprenderme mejor y enfrentar los desafíos que la vida ha arrojado a mi camino. Pero no es únicamente esta sugerencia profesional la que me trae de vuelta a estas líneas. Siento una necesidad profunda de desahogarme aquí, aunque sea solo por esta vez, sin prometer continuidad. Este escrito servirá, al menos, para aligerar algunos de los pesares que me han estado abrumando últimamente. Para dar algo de contexto, he atravesado una depresión que casi me consume por completo. Aunque he recorrido un largo camino hacia la mejoría, la oscuridad aún no ha abandonado del todo mi horizonte. A esto se suma la angustia por la grave situación de salud de mi padre, una realidad que me ha forzado a replantear muchas cosas en mi vida, temas ...

El miedo de ser una carga

Cuando recibes malas noticias en la vida, el primer instinto es la negación, buscar una manera de minimizar el problema o, mejor aún, de hacerlo desaparecer por completo. Como mencioné en publicaciones anteriores, los últimos resultados de mi enfermedad no fueron alentadores. Me han comunicado que he entrado en la fase final, y pronto empezaré a sentir todo el peso de la esclerosis. A veces me engaño a mí mismo pensando que lo he aceptado, pero la realidad es muy distinta. Intento encontrar algún pequeño atisbo de esperanza. Por eso hoy acudí a otro neurólogo, especialista en esta enfermedad, en busca de una segunda opinión. Sin embargo, no obtuve lo que buscaba; la consulta solo confirmó el diagnóstico inicial. Es difícil vivir cuando tu futuro está condicionado por algo así. En este momento, me siento roto en mil pedazos, y recurro al blog para intentar recomponerme, soltando aquí lo que pienso. Quizás me estoy abriendo demasiado y eso me asusta, tal vez incluso acabe borrando esta p...

Carta al niño que fui

Como mencioné en mi última publicación, la situación ha empeorado notablemente desde la última revisión médica, y las noticias no han sido alentadoras. Estoy trabajando con mi psicólogo para aprender a sobrellevar esta fase final de la enfermedad, y, como parte de ese proceso de aceptación, me sugirió escribir una carta a ese niño que alguna vez fui, antes del diagnóstico, antes siquiera de enfrentar los aspectos más oscuros de la vida. He reflexionado mucho sobre cómo redactar esta carta, sobre qué palabras podría ofrecerme a mí mismo para prepararme ante todo lo que estaba por venir. Se amontonan tantas ideas en mi cabeza, pero intentaré destilar lo esencial en este post, enfocándome en lo que considero más importante. Lo primero que le diría a ese niño es, inevitablemente, que enfrentará una situación de salud devastadora, algo que trastocará todo lo que hasta entonces conocía. Ese monstruo, la esclerosis, lo golpeará con una fuerza implacable, pero a la vez, le abrirá los ojos para...