Ir al contenido principal

Keep holding on

Hoy tenía pensada otra entrada diferente en el blog, algo más positivo, pero esta enfermedad como siempre te da la vuelta a todo y necesito usar estas palabras como desahogo.  La semana pasada, tras más de dos años sin brotes, empecé a notar un dolor en las piernas. Empezaron unas ligeras agujetas, que pronto se transformaron en fuertes pinchazos que no me dejaban ni dormir. En el hospital me hicieron las pruebas clásicas y me pusieron corticoides, pero esta vez no tuvieron ningún efecto. Al final al cabo de los días mis piernas se quedaron dormidas y no las podía mover. Pasé en una semana de poder llevar una vida normal a estar tumbado en una cama y necesitar ayuda hasta para ir al baño.

El jueves volví a ir al hospital, me hicieron más pruebas y la neuróloga me dio cierta esperanza de que sólo era un brote y pasaría pero que no podía decirme cuando. Duró hasta el domingo, cuando pude empezar a moverlas y el lunes volvía a hacer mi vida normal. Durante esa semana pasaron todo tipo de cosas por mi cabeza que ya comentaré otro día al ser un tema muy duro, pero quería ponerlo todo en contexto para que se pueda entender mi post de hoy. Tras recuperar mis piernas, esta semana ha sido maravillosa, volver al trabajo, sentirme útil otra vez, felicidad plena, y esa semana terrible también ha sido la razón para comenzar este blog, para animarme a contar mis experiencias como una forma de desahogo.

Sin embargo, la montaña rusa vuelve a bajar, y hoy me encuentro de nuevo aguantando los dolores en las piernas, que vuelven a comenzar, y pensando que dentro de poco volveré a tener las piernas dormidas. Una de las cosas que más me joden de esta enfermedad es lo que te imposibilita respecto a planificar tu vida, tu futuro. Siempre he tenido el sueño desde pequeño de ir a conocer Japón y este año tenía pensado hacerlo por fin, después de tener la suerte de tener un trabajo y una situación económica estable que me lo permitiría. Sin embargo, viene un brote, te deja postrado en la cama y te rompe todos los esquemas. Empiezas a pensar que jamás podrás ir a ese país que tanto has soñado, ¿y si me da un brote allí? ¿y si alguien tiene que cuidar todo el viaje de mí? ¿y si sólo no me atrevo a viajar a ningún sitio?

Otra cosa que me machaca mucho es ver como el mundo avanza a mi alrededor y yo me quedo atrás. Como las vidas de todas las personas a mi alrededor avanzan y yo me veo tumbado en una cama sin poder moverme. Y es normal, la vida que se para es la mía, pero el resto sigue fluyendo, y muchas veces tengo la sensación de que se olvidan de mí y me siento muy sólo como ahora mismo. No queda otra que tragar y hacer lo que más os van a decir aquellos que no sufren esto a todos los que tengáis esta enfermedad: sigue aguantando, sigue aguantando, sigue aguantando…





Comentarios

Entradas populares de este blog

La fuerza del destino

Han transcurrido cinco meses desde la última vez que vertí mis pensamientos en este rincón digital, y hoy retorno a él impulsado por dos motivos fundamentales. El primero nace de la recomendación de mi psicólogo, con quien he estado trabajando diligentemente para comprenderme mejor y enfrentar los desafíos que la vida ha arrojado a mi camino. Pero no es únicamente esta sugerencia profesional la que me trae de vuelta a estas líneas. Siento una necesidad profunda de desahogarme aquí, aunque sea solo por esta vez, sin prometer continuidad. Este escrito servirá, al menos, para aligerar algunos de los pesares que me han estado abrumando últimamente. Para dar algo de contexto, he atravesado una depresión que casi me consume por completo. Aunque he recorrido un largo camino hacia la mejoría, la oscuridad aún no ha abandonado del todo mi horizonte. A esto se suma la angustia por la grave situación de salud de mi padre, una realidad que me ha forzado a replantear muchas cosas en mi vida, temas ...

El miedo de ser una carga

Cuando recibes malas noticias en la vida, el primer instinto es la negación, buscar una manera de minimizar el problema o, mejor aún, de hacerlo desaparecer por completo. Como mencioné en publicaciones anteriores, los últimos resultados de mi enfermedad no fueron alentadores. Me han comunicado que he entrado en la fase final, y pronto empezaré a sentir todo el peso de la esclerosis. A veces me engaño a mí mismo pensando que lo he aceptado, pero la realidad es muy distinta. Intento encontrar algún pequeño atisbo de esperanza. Por eso hoy acudí a otro neurólogo, especialista en esta enfermedad, en busca de una segunda opinión. Sin embargo, no obtuve lo que buscaba; la consulta solo confirmó el diagnóstico inicial. Es difícil vivir cuando tu futuro está condicionado por algo así. En este momento, me siento roto en mil pedazos, y recurro al blog para intentar recomponerme, soltando aquí lo que pienso. Quizás me estoy abriendo demasiado y eso me asusta, tal vez incluso acabe borrando esta p...

Carta al niño que fui

Como mencioné en mi última publicación, la situación ha empeorado notablemente desde la última revisión médica, y las noticias no han sido alentadoras. Estoy trabajando con mi psicólogo para aprender a sobrellevar esta fase final de la enfermedad, y, como parte de ese proceso de aceptación, me sugirió escribir una carta a ese niño que alguna vez fui, antes del diagnóstico, antes siquiera de enfrentar los aspectos más oscuros de la vida. He reflexionado mucho sobre cómo redactar esta carta, sobre qué palabras podría ofrecerme a mí mismo para prepararme ante todo lo que estaba por venir. Se amontonan tantas ideas en mi cabeza, pero intentaré destilar lo esencial en este post, enfocándome en lo que considero más importante. Lo primero que le diría a ese niño es, inevitablemente, que enfrentará una situación de salud devastadora, algo que trastocará todo lo que hasta entonces conocía. Ese monstruo, la esclerosis, lo golpeará con una fuerza implacable, pero a la vez, le abrirá los ojos para...