Los niños de temprana edad suelen tener miedo a
la oscuridad, a cuando llega la noche y se quedan solos en su cuarto con el
silencio y ninguna fuente de luz. Ahí vuela su imaginación y crean imágenes
ficticias en su mente de monstruos en el armario o debajo de la cama. Yo ese
miedo lo tengo actualmente, pero lamentablemente no por mí imaginación, sino
por un dolor que me espera siempre últimamente.
Este brote de las piernas que estoy viviendo ha
ido pasando por todas las fases, comenzando por un pequeño dolor, una cojera,
la total insensibilidad y ahora mismo un dolor en una pierna como nunca había
sentido antes. Llevo unos días que a partir de la tarde empiezo a notar ciertas
punzadas en la pierna, que acaban por convertirse en un dolor continuo, un dolor
que sube de la pierna hasta la columna, y que no para en toda la noche. Dos de
esas noches acudí al hospital buscando que me frenaran de alguna forma ese
dolor y me pusieron medicación. Sin embargo, mi corazón ya ha pasado por otras
guerras en brotes previos y no está en sus mejores condiciones, por lo que esa
medicación no le vino demasiado bien y hubo momentos en que quería descansar.
El cardiólogo me planteó dos opciones, seguir yendo a que me pusieran la
medicación y arriesgarme a lo que pudiese pasar o aguantar el dolor en casa
dejando el corazón tranquilo.
Ahora mismo me encuentro todas las noches con esa
decisión delante mía, arriesgarme y acudir al hospital a que frenen el dolor o
aguantar más de 10 horas a diario ese dolor continuo. Pienso que ir al hospital
sería como tirar la toalla y es algo que no quiero hacer, más aún después de
hablar con mi ancla el otro día. Sin embargo, no sé lo que voy a poder aguantar
así si el brote no para. Creo que, si flaqueo y acabo acudiendo al
hospital, las cosas no van a ir bien y voy a decepcionar a la gente que me
quiere. Por ello cada noche intento ser fuerte de mente y decirme a mi mismo
que puedo aguantar un poco más esto, que pronto va a pasar y va a volver la
normalidad a mi vida.
Vuelvo a sentirme como ese niño con miedo a la oscuridad de la noche, pero con una diferencia, lo que antes eran figuras creadas por la imaginación, ahora es un dolor físico real que sólo puedo evitar poniendo en juego todo. Por ello cada noche siento ese miedo, el miedo a volver a los infiernos.
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