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Cierre de episodio

 

Este post realmente no tengo muchas ganas de escribirlo, pero creo que debo contarlo para cerrar un episodio de esta semana que casi me hace caer de nuevo en un pozo en el que ya he estado y del que me ha costado mucho salir, pero lo he conseguido una vez más y me veo con fuerzas y el deber de hablarlo en este blog.

Ayer quedé con el amigo de Pedro, su muleta, la verdad que no con mucha motivación por mi parte, pero me veía con la responsabilidad de tener que conocerle y ayudar a esta persona en su duelo. Quería contarle todo lo que me dijo Pedro aquel día en la asociación e intentar aplacar en parte el dolor de su pérdida. Nos sentamos a tomar un café y empezamos a conversar. Me contó experiencias que había tenido con él y como era su relación, que me recordó mucho a la mía con mi ancla, por cómo se apoyaban el uno en el otro. Por un lado, me habló de las cosas buenas, pero también me relató los brotes por los que había pasado, haciendo que me viese muy identificado, ya que en algunos aspectos compartimos muchos de los síntomas y episodios. Cuando le conté yo mis últimos problemas con el corazón rompió a llorar y me dijo que lo sentía muchísimo pero que Pedro había tenido exactamente el mismo diagnóstico por parte de los cardiólogos y que tras haberle dado un pronóstico de ocho meses de vida, la muerte se lo llevó tras sólo dos meses. Finalmente nos despedimos y le di un abrazo mientras le conté todo lo que Pedro me habló de él para intentar calmarle y que se quedara en paz con el arrepentimiento que tenía de no haber podido estar con él todo lo que debería haber estado en sus últimos meses.

Esta conversación creo que a su muleta le hizo mucho bien, pero a mí me destrozó. Me entró un miedo muy grande al ver todas esas similitudes y pasé una noche bastante mala. El volver a pensar en la muerte y lo cercana que puede estar no me hace ningún bien, pero a veces no lo puedo evitar y, cuando esa idea empieza a rondar en mi cabeza, caigo en un hoyo del que me es difícil salir. Sin embargo, ayer conté con ese brazo que me ayuda a salir siempre de los agujeros donde me hundo, mi ancla, que me hizo quitarme esos pensamientos negativos de encima y volver a pensar con positivismo. No se si esta vez lo conseguiré, si pasaré de esa barrera de los seis meses que la medicina me ha impuesto, pero de lo que estoy seguro es de que voy a luchar todo lo que pueda tanto física como mentalmente para tener unos meses maravillosos con la gente que quiero. Si todo se acaba habré dejado unos recuerdos buenos en los demás y yo habré tenido unos últimos meses felices, que puede parecer poco para los demás, pero para mi es más que suficiente.

Con este post cierro este episodio, que, aunque haya sido duro, me ha enseñado otra experiencia vital muy valiosa. Ahora a aprovechar el tiempo que tengo la suerte de tener y que, aunque sea poco, lo valoro más que nunca por los que no han tenido siquiera esos pocos meses.



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