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La rotonda

Durante esta enfermedad pasas por distintas fases que se repiten una y otra vez, unos momentos en los que estás bien para después luchar con un brote y cuando pasa volver a tener una época tranquila, todo esto repitiéndose en bucle. Es como una rotonda de la que no puedes salir, entras una vez y ya jamás encuentras la salida hasta que llega ese final.

Durante tu trayecto en ese círculo sin final, la gente a tu alrededor entra también en la rotonda y forma parte de ese círculo durante un tiempo. Sin embargo, ellos sí consiguen encontrar la salida y con el tiempo la mayoría acaba dejándote allí dando vueltas y vueltas. En este tiempo he aprendido a disfrutar de la gente que te acompaña durante esos momentos, aunque sean cortos. Me gusta pararme a pensar muchas veces lo afortunado que soy, aunque parezca mentira, de tener a gente que aun viendo la salida decide quedarse conmigo. También hay otros que deciden salir de esa rotonda y duele mucho cuando ocurre, pero esas vueltas sin fin acaban cansando y optan por continuar su vida saliendo de allí, ya que a nadie le gusta estar encerrado en un círculo sin salida.

El problema es que cada brote va gastando más las ruedas de ese coche y deja serias averías. Cada vuelta se va haciendo más lenta, tardas más en volver a retomar el ritmo y la salida se hace cada vez más lejana. En verdad en esta rotonda de la esclerosis, aún sin cura, la única salida es cuando todo termina, por lo que en el fondo seguir dando esas vueltas es lo único que nos queda. Hay veces que te da un respiro y pasas un tiempo largo sin brotes, como me ocurrió cuando vivía en Brasil, que crees que estás cerca de tomar una salida, pero tarde o temprano la vida te da otra ostia y te vuelve a meter de lleno en el centro de esa vorágine.

Ahora que parece que la salida ya la tengo cerca, me encantaría seguir dando vueltas y vueltas por mucho más tiempo, aunque eso suponga más épocas de brotes y dolores, pero mi motor está ya demasiado gastado y parece que el siguiente en tomar la salida voy a ser yo. Siempre he odiado este maldito círculo desde el diagnóstico, pero ahora que veo tan cerca el tener que escapar finalmente de él, es cuando más quiero seguir en esta rotonda infinita.




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