Estos días tengo
una sensación amarga, el pensar que por más que lucho y venzo un brote tras
otro, esto no va a acabar nunca, y mientras me voy quedando atrás en todo.
Ahora mismo podría estar de copas y riéndome con amigos, que es lo que me
gustaría estar haciendo, pero estoy tumbado en la cama, delante del ordenador,
escribiendo estas palabras mientras aguanto los dolores en las piernas y me cae
alguna que otra lágrima. Podría haber intentado ir aguantando el dolor, pero
cuando está tan fuerte mi cojera es muy evidente y me da bastante vergüenza,
además de que la última vez que lo intenté con este brote, la cosa no acabó
bien.
Ya no lloro por
los dolores, sino por la impotencia que siento y lo sólo que me encuentro ahora
mismo. Debido a mi incapacidad por el brote a partir de ciertas horas, no puedo
planear mi vida con normalidad. Esta semana santa tenía planeado mi viaje
soñado que ya comenté en otros posts, cosa imposible yo creo ya que para
siempre. Pero tampoco puedo planear ningún tipo de viaje con amigos, ya que
nadie va a viajar con una persona que sus noches son encadenadas a una cama. He
pensado en irme sólo a algún sitio para no arrastrar a nadie, pero me da miedo,
no me siento capaz de afrontar eso sólo.
Esta tarde he
salido a darme un paseo para aprovechar las últimas horas antes de que empiecen
los dolores y he terminado en la Iglesia de la Paloma. No soy muy católico,
pero en ese sitio me encuentro en paz y más cerca de mi abuela, que era muy
devota de esa virgen. Es una iglesia que suele estar vacía, solo llenándose
cuando se acerca su gran fiesta en agosto, pero hoy no había nadie, así que he
podido sentarme y estar tranquilo. Solamente había una señora limpiando la zona
del altar, que seguramente habrá pensado que no estoy bien de la cabeza, ya que
me habrá visto hablando sólo. He estado pensando mucho en la yaya y hablando
con ella, aun sabiendas de que lo más seguro es que no le haya llegado nada de
lo que he dicho, así que voy a dejarlo plasmado en palabras aquí, por si sirve
de alguna forma, ya que en su último año se hizo bastante asidua al uso de las
redes, jeje.
Yaya, no sabes lo mucho que te echo de menos, más en estos momentos en los que estoy tan perdido y necesito tanto apoyo y cariño. Esta semana hubo un día de esos que tanto te gustaban, en los que hace sol y llueve un poco a la vez, así como la canción que acompaña a este post, que no paraba de sonar en tu tocadiscos.
Recuerdo que me
comparabas siempre con el cerdo más jovencito de tu versión de ese cuento
clásico de los tres cerditos, que nunca supe de donde la sacaste, diciéndome
que era como ese cerdito que ayudaba a todos a construir sus casas de madera y
de ladrillo, mientras que a él nadie le ayudaba y terminaba con un tejado de
paja débil y era el primero que se comía el lobo. Nunca había entendido del
todo por qué me comparabas con eso, pero creo que en estos últimos años lo he
entendido más. Realmente no me importa no haber recibido lo mismo y una de las
razones por las que te pido que me dejes irme es porque ya no siento que pueda
ayudar a nadie aquí, creo que mi razón de vida ya está cumplida y que mucho más
no me queda por hacer. Yaya, por favor, si me puedes escuchar de alguna forma,
te echo muchísimo de menos y quiero descansar ya e irme contigo.
No quiero
desanimar a nadie que lea este blog, y estoy seguro de que todas esas personas
desconocidas que me leéis y estáis pasando por cosas parecidas vais a poder con
ello porque tendréis mucha más fuerza que yo. Sin embargo, yo os puedo decir ya
que mi batalla con la esclerosis la he perdido, he luchado con todas mis fuerzas,
pero no han sido suficientes. Os deseo a todos que consigáis lo que yo no he podido.
Comentarios
Publicar un comentario