Uno de los sentimientos que más
acompaña a esta enfermedad es el de la culpa. Desde el momento del diagnóstico
empecé a sentirme así. Sé que no tiene ningún sentido, porque al final es algo
que yo no he elegido y que si pudiese haber evitado lo habría hecho, pero sigo
echándome cosas a la espalda que quizás no tendría por qué. Sin embargo, los
hechos me hacen ver cada vez más que, aunque no sea queriendo y sea algo
indirecto, no paro de hacer mal a mi alrededor.
En los primeros años con la
enfermedad, cuando me lo guardaba absolutamente todo para mí, me sentía mucho
más tranquilo, más cómodo. Llevaba el dolor por dentro, pero nadie a mi
alrededor sufría por ello conmigo. A partir de ahí, cada vez que me he abierto
con alguien sobre este tema, he acabado generando dolor de una u otra forma,
por preocuparse por mi o por abrir viejas heridas del pasado que ya estaban
cerradas.
Ayer mi madre se enteró de una
serie de cosas que yo quería evitar, no por mi boca, sino por alguien en quién
confíe y prefiero no nombrar. Volví de un fin de semana de desconexión muy
bueno y me encontré de golpe a mi madre llorando, por lo que intenté calmarla y
conseguí hacerlo, pero toda esta situación me hizo un clic en la cabeza y me he
dado cuenta de muchas cosas.
Creo en lo indivisible de la vida,
es imposible hacer el bien en un espacio de la vida mientras se hace daño en
otro, y yo jamás voy a poder salirme de esa parte que no para de hacer mal a la
gente que quiero. Marie Curie dijo que la mejor vida no es la más larga, sino
la más rica en buenas acciones, y yo vida larga sé que no voy a tener, pero me
encantaría poder hacer bien a mi gente cercana y no estar siempre dando
problemas.
Hoy he estado como un zombi en el
trabajo porque tengo la cabeza en otro lado y he tenido que acabar encerrándome
en mi despacho por un pequeño ataque de ansiedad para poder soltar un poco de
carga y conseguir terminar el día. También me quema mucho eso, el no poder ser
un buen profesional, un buen tutor o profesor, debido a que esa cara B de la
enfermedad está minando cada vez más mis ganas en lo que más disfruto.
En resumen, es una sensación que es
difícil de explicar y seguramente sólo podáis entenderlo aquellos que estáis viviendo
algo parecido, aunque voy a intentarlo. Siento que haga lo que haga siempre
acabo haciendo daño, que por más que lo intento y creo que tomo la decisión
correcta, no importa, ambas vías acaban igual. Creo que en mi cada vez va
quedando menos de quien era y más de esa persona envenenada en todos los
sentidos por esta asquerosa enfermedad. Echo mucho de menos a mi yo de antes,
ese que ya se fue y parece que jamás va a volver.
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