Ir al contenido principal

Carta a la yaya

Querida Yaya,

Han pasado muchos años desde que te fuiste, pero siento que todavía hay tanto que quiero compartir contigo. Aunque no estés físicamente presente, siempre llevas un lugar especial en mi corazón y en mis pensamientos. Extraño tus abrazos cálidos y reconfortantes, tus palabras sabias y tu amor incondicional. Me duele pensar en todas las ocasiones en las que me hubiera gustado estar a tu lado, compartiendo momentos especiales y creando recuerdos juntos. Pero, a pesar de tu ausencia física, quiero que sepas que nunca te olvido.

Recuerdo con cariño los días en que me sentaba a tu lado mientras cosías o te bebías tus whiskitos, y me contabas historias maravillosas de tu infancia. Aprendí tanto de ti, de tu sabiduría y de tu experiencia de vida. Me enseñaste los valores que he intentado mantener siempre hasta que todo se ha derrumbado. Me gustaría poder contarte sobre todo lo que he logrado desde que te fuiste. Las metas que he alcanzado, los obstáculos que he superado y las alegrías que he experimentado. Sé que estarías orgullosa de mí, como siempre lo estuviste. Cada logro que he alcanzado ha sido inspirado por tu ejemplo y tu guía.

Cuando nos reunimos la familia de vez en cuando, siempre sales en las conversaciones. Recordamos con cariño los momentos felices que compartimos contigo y cómo nos uniste a todos cuando aún estabas con nosotros. Aunque la tristeza nos invade en estas ocasiones, también nos reconforta saber que estás en paz y que sigues viviendo en nuestros corazones.

Quiero aprovechar esta carta para agradecerte por todo lo que hiciste por mí. Por tu amor incondicional, tu apoyo constante y tus palabras de aliento. Siempre has sido un faro de luz en mi vida, que me mantenía cuerdo y me daba fuerza. Yaya, te extraño profundamente y desearía poder tenerte aquí, pero sé que tu espíritu sigue guiándome y protegiéndome desde donde estás. 

Ahora todo ha cambiado y cuando te necesito más que nunca, ya no estás conmigo. Todo se ha derrumbado a mi alrededor y se me han agotado las fuerzas. Además, creo que soy la pieza que falla en esa familia que tú siempre quisiste que estuviese unida. Para el que no soy una carga, soy una molestia, o al menos así me lo hacen ver, y pienso que todos estarían mejor sin mi.

No soy feliz yaya y creo que el tiempo que me queda no voy a poder volver a serlo. Por ello quiero dejar escrita esta carta, porque no aguanto más y quiero irme contigo y estar a tu lado. Lo he intentado todo y cada vez es más y más difícil y no mejora nada. Sé que fallo a gente que me quiere y que ha estado conmigo en todo esto, pero lo entenderán al final. He luchado contra viento y marea pero finalmente ha podido conmigo. Es un peso que tengo sobre la espalda que ya no me deja vivir.

Te quiero con todo mi corazón, y sé que pronto vamos a estar juntos. Hasta entonces, sigue descansando en paz.



Comentarios

Entradas populares de este blog

La fuerza del destino

Han transcurrido cinco meses desde la última vez que vertí mis pensamientos en este rincón digital, y hoy retorno a él impulsado por dos motivos fundamentales. El primero nace de la recomendación de mi psicólogo, con quien he estado trabajando diligentemente para comprenderme mejor y enfrentar los desafíos que la vida ha arrojado a mi camino. Pero no es únicamente esta sugerencia profesional la que me trae de vuelta a estas líneas. Siento una necesidad profunda de desahogarme aquí, aunque sea solo por esta vez, sin prometer continuidad. Este escrito servirá, al menos, para aligerar algunos de los pesares que me han estado abrumando últimamente. Para dar algo de contexto, he atravesado una depresión que casi me consume por completo. Aunque he recorrido un largo camino hacia la mejoría, la oscuridad aún no ha abandonado del todo mi horizonte. A esto se suma la angustia por la grave situación de salud de mi padre, una realidad que me ha forzado a replantear muchas cosas en mi vida, temas ...

El miedo de ser una carga

Cuando recibes malas noticias en la vida, el primer instinto es la negación, buscar una manera de minimizar el problema o, mejor aún, de hacerlo desaparecer por completo. Como mencioné en publicaciones anteriores, los últimos resultados de mi enfermedad no fueron alentadores. Me han comunicado que he entrado en la fase final, y pronto empezaré a sentir todo el peso de la esclerosis. A veces me engaño a mí mismo pensando que lo he aceptado, pero la realidad es muy distinta. Intento encontrar algún pequeño atisbo de esperanza. Por eso hoy acudí a otro neurólogo, especialista en esta enfermedad, en busca de una segunda opinión. Sin embargo, no obtuve lo que buscaba; la consulta solo confirmó el diagnóstico inicial. Es difícil vivir cuando tu futuro está condicionado por algo así. En este momento, me siento roto en mil pedazos, y recurro al blog para intentar recomponerme, soltando aquí lo que pienso. Quizás me estoy abriendo demasiado y eso me asusta, tal vez incluso acabe borrando esta p...

Carta al niño que fui

Como mencioné en mi última publicación, la situación ha empeorado notablemente desde la última revisión médica, y las noticias no han sido alentadoras. Estoy trabajando con mi psicólogo para aprender a sobrellevar esta fase final de la enfermedad, y, como parte de ese proceso de aceptación, me sugirió escribir una carta a ese niño que alguna vez fui, antes del diagnóstico, antes siquiera de enfrentar los aspectos más oscuros de la vida. He reflexionado mucho sobre cómo redactar esta carta, sobre qué palabras podría ofrecerme a mí mismo para prepararme ante todo lo que estaba por venir. Se amontonan tantas ideas en mi cabeza, pero intentaré destilar lo esencial en este post, enfocándome en lo que considero más importante. Lo primero que le diría a ese niño es, inevitablemente, que enfrentará una situación de salud devastadora, algo que trastocará todo lo que hasta entonces conocía. Ese monstruo, la esclerosis, lo golpeará con una fuerza implacable, pero a la vez, le abrirá los ojos para...