En estos últimos días, me he encontrado en un estado de introspección profunda que ha engendrado una serie de reflexiones. Estas reflexiones han servido para profundizar aún más en un tema que ya había discutido previamente con mi psicólogo: el persistente sentimiento de insuficiencia que permea cada faceta de mi vida. Desde mi infancia, me he autoimpuesto un nivel de exigencia excepcional, quizás en respuesta a las expectativas familiares que pesaban sobre mí. Es curioso cómo esta autocrítica constante ha dejado un rastro de insatisfacción en todos los rincones de mi ser. Dentro de mi familia, fui el último en llegar, lo cual me obligó a adaptarme a un entorno ya establecido. Como hijo, siempre me he esforzado por igualar el nivel de logros de mis hermanos. Aunque sus ejemplos no fueran los más edificantes, sentí la necesidad de redoblar mis esfuerzos para destacar y ganarme un espacio propio. En virtud de ello, me sumergí en mis estudios, culminando con la obtención de mi título univ...