Ir al contenido principal

Vivir o sobrevivir

La yaya siempre me decía que el arte de vivir consiste en que el día en que mueras, hasta los enterradores lamenten tu muerte. Ella está claro que consiguió ese objetivo, ya que no conozco a nadie que se cruzase con ella en algún momento y no la eche de menos. Estos días postrado en la cama he pensado mucho en eso, en si yo habré conseguido eso también, si el día que me vaya la gente conservará un buen recuerdo o si he hecho cosas tan importantes como para llegar a impactar en la vida de alguien de esa manera.

Si pienso en mi familia, cada día tengo más claro que he fracasado. Intento pensar en las cosas que he podido hacer mal y no encuentro nada tan grande como para no recibir su cariño de la forma que me gustaría. Sin embargo, por más decepciones que experimento, sigo intentándolo una y otra vez, y mi preocupación y amor hacia ellos sigue siendo el mismo. Me pregunto muchas veces si realmente soy demasiado estúpido o no quiero ver la realidad que tengo enfrente de mis narices. Ojalá haber sido de otra forma, más egoísta e individualista, y haber pensado en mí siempre por delante de los demás, pero ya es tarde y no puedo cambiar mi forma de ser ahora. Desde siempre he intentado hacer más fácil la vida a la gente que quiero y renunciar a cosas que hubiesen sido positivas para mí porque iban a perjudicar a alguien a quien quería. Con el tiempo te vas dando cuenta que cuando vives para los demás en vez de para ti mismo, en el momento en el que yo necesito mas ayuda, como ahora mismo, te dan de lado o no eres la prioridad.

Los días con este brote en soledad me han hecho reflexionar de si quiero seguir viviendo o no. Me dicen que es un brote y que pasará, pero es que ya no sé si quiero seguir en esta dinámica de meses perdidos intercalados con otros de falsa esperanza. Hace tiempo que deje de vivir y ya solo voy enfrentando cada brote hasta que llega el siguiente, por lo que simplemente estoy sobreviviendo. Miro al futuro y no soy capaz de aguantar otro año como el último, tanto del punto de vista de la salud física, que ya tengo bastante tocada, como del más importante, el psicológico. No puedo soportar el verme en una silla de ruedas y tener que depender de otras personas. 

Lo que yo quiero es vivir, pudiendo hacer planes a largo plazo, estar con la gente que quiero y disfrutar de mi trabajo como siempre. Cualquier cosa que no incluya esos tres puntos será sobrevivir a una vida en la que jamás voy a poder volver a ser feliz. Vuelvo a escribir en estas páginas porque la soledad puede conmigo y sigo sin tener otro medio de desahogo. Por más que lo deseo todas las mañanas, no consigo ver ni un rayo de esperanza. Cada día tengo más claro que mi tiempo en este mundo está tocando a su fin, y espero que no dure mucho más está agonía.




 

Comentarios

Entradas populares de este blog

La fuerza del destino

Han transcurrido cinco meses desde la última vez que vertí mis pensamientos en este rincón digital, y hoy retorno a él impulsado por dos motivos fundamentales. El primero nace de la recomendación de mi psicólogo, con quien he estado trabajando diligentemente para comprenderme mejor y enfrentar los desafíos que la vida ha arrojado a mi camino. Pero no es únicamente esta sugerencia profesional la que me trae de vuelta a estas líneas. Siento una necesidad profunda de desahogarme aquí, aunque sea solo por esta vez, sin prometer continuidad. Este escrito servirá, al menos, para aligerar algunos de los pesares que me han estado abrumando últimamente. Para dar algo de contexto, he atravesado una depresión que casi me consume por completo. Aunque he recorrido un largo camino hacia la mejoría, la oscuridad aún no ha abandonado del todo mi horizonte. A esto se suma la angustia por la grave situación de salud de mi padre, una realidad que me ha forzado a replantear muchas cosas en mi vida, temas ...

El miedo de ser una carga

Cuando recibes malas noticias en la vida, el primer instinto es la negación, buscar una manera de minimizar el problema o, mejor aún, de hacerlo desaparecer por completo. Como mencioné en publicaciones anteriores, los últimos resultados de mi enfermedad no fueron alentadores. Me han comunicado que he entrado en la fase final, y pronto empezaré a sentir todo el peso de la esclerosis. A veces me engaño a mí mismo pensando que lo he aceptado, pero la realidad es muy distinta. Intento encontrar algún pequeño atisbo de esperanza. Por eso hoy acudí a otro neurólogo, especialista en esta enfermedad, en busca de una segunda opinión. Sin embargo, no obtuve lo que buscaba; la consulta solo confirmó el diagnóstico inicial. Es difícil vivir cuando tu futuro está condicionado por algo así. En este momento, me siento roto en mil pedazos, y recurro al blog para intentar recomponerme, soltando aquí lo que pienso. Quizás me estoy abriendo demasiado y eso me asusta, tal vez incluso acabe borrando esta p...

Carta al niño que fui

Como mencioné en mi última publicación, la situación ha empeorado notablemente desde la última revisión médica, y las noticias no han sido alentadoras. Estoy trabajando con mi psicólogo para aprender a sobrellevar esta fase final de la enfermedad, y, como parte de ese proceso de aceptación, me sugirió escribir una carta a ese niño que alguna vez fui, antes del diagnóstico, antes siquiera de enfrentar los aspectos más oscuros de la vida. He reflexionado mucho sobre cómo redactar esta carta, sobre qué palabras podría ofrecerme a mí mismo para prepararme ante todo lo que estaba por venir. Se amontonan tantas ideas en mi cabeza, pero intentaré destilar lo esencial en este post, enfocándome en lo que considero más importante. Lo primero que le diría a ese niño es, inevitablemente, que enfrentará una situación de salud devastadora, algo que trastocará todo lo que hasta entonces conocía. Ese monstruo, la esclerosis, lo golpeará con una fuerza implacable, pero a la vez, le abrirá los ojos para...