Ir al contenido principal

Nunca es suficiente

Vuelvo a pasarme por aquí porque necesito soltar lo que voy a contar en los siguientes párrafos con alguien, y ahora mismo es la vía que tengo. Hoy he pasado la tarde con el nuevo miembro de la familia, un sobrino que no para de crecer y está cambiando mi pensamiento sobre los críos, ya que nunca me han gustado mucho, pero al tener uno tan cerca cada vez me está ganando más. Después me he ido a tomar unas cervezas con mi hermano porque quería hablar conmigo. No he hablado mucho de mis hermanos en este blog porque no me gustaría que leyeran nada sobre ellos por aquí, ya que últimamente no hemos tenido una relación muy cercana, pero ahora que me siento más seguro por aquí, creo que soy más capaz de hablar libremente.

Soy el menor de tres hermanos y aunque siempre se diga que el último en llegar tiene el camino más fácil, ya abierto por los mayores, en mi caso no ha sido para nada así. Siempre he tenido la sensación desde pequeño de que tenía que hacer mucho más que ellos para ganarme el cariño de mis padres, que nunca era suficiente. Desde que empezó todo con la esclerosis, no he notado demasiado su apoyo. Es cierto que ellos han tenido muchos cambios en sus vidas y a lo mejor no han tenido mucho tiempo para mi, y cuando me han dado su apoyo siempre ha sido desde un punto de vista muy racional. He echado de menos algo de cariño por su parte, notarles mas cercanos o simplemente un abrazo cuando lo necesitaba. Tampoco quiero echarles nada en cara, porque seguramente haya sido duro para ellos también todo este proceso, y aunque me hayan fallado en parte, yo siempre les voy a querer muchísimo.

Mi hermano hoy no quería hablar de mi, sino de la situación de mis padres. Me ha dicho que lo han pasado muy mal con todo lo del último brote y que ellos ya están mayores y no se merecen pasar por todo esto. Mi padre ha empeorado de salud en los últimos meses y no me habían contado nada para no meterme más presión de la que ya tenía con el brote, y mi hermano piensa que en parte ha sido debido a la preocupación que les generé con lo mío. Me ha recomendado o casi pedido, que me vaya de casa de mis padres y les deje vivir el tiempo que les quede tranquilos, que ya se lo merecen después de habernos criado a los tres. Yo quería esperar a tener un trabajo más fijo para poder meterme en una hipoteca y poder comprarme mi propia casa, pero hablando con mi hermano creo que tiene razón en eso. No se cuanto más viviré, pero está claro que ni de lejos para llegar a pagar algo tan a largo plazo como una hipoteca, así que creo que es hora de empezar a buscar por la vía del alquiler y así dejarles tranquilos a mis padres.

Esta enfermedad te destruye a ti primero y luego sus consecuencias se extienden a los de tu alrededor como una telaraña. Mi hermano ha sido demasiado sincero conmigo, y aunque ahora esté mal escribiendo estas palabras, creo que es mejor ser franco y decirme las cosas directamente. Ha pasado el brote y no sé cuando será el siguiente, pero si puedo evitar hacer daño a quien quiero, pondré todo de mi parte. Es cierto que esta conversación con mi hermano me ha dejado un poco tocado y mentiría si dijese que estoy perfectamente ahora, pero aún así, no quiero perder el optimismo de mi ultimo post, y voy a seguir pensando en el futuro aunque no sea largo y esté más sólo que antes, pero nada va a parar mis ganas de tirar para adelante, aunque siempre tenga la sensación de que no son suficientes.



Comentarios

Entradas populares de este blog

La fuerza del destino

Han transcurrido cinco meses desde la última vez que vertí mis pensamientos en este rincón digital, y hoy retorno a él impulsado por dos motivos fundamentales. El primero nace de la recomendación de mi psicólogo, con quien he estado trabajando diligentemente para comprenderme mejor y enfrentar los desafíos que la vida ha arrojado a mi camino. Pero no es únicamente esta sugerencia profesional la que me trae de vuelta a estas líneas. Siento una necesidad profunda de desahogarme aquí, aunque sea solo por esta vez, sin prometer continuidad. Este escrito servirá, al menos, para aligerar algunos de los pesares que me han estado abrumando últimamente. Para dar algo de contexto, he atravesado una depresión que casi me consume por completo. Aunque he recorrido un largo camino hacia la mejoría, la oscuridad aún no ha abandonado del todo mi horizonte. A esto se suma la angustia por la grave situación de salud de mi padre, una realidad que me ha forzado a replantear muchas cosas en mi vida, temas ...

Lo que aún soy capaz de decir

Hoy me ha pasado algo que todavía estoy procesando, algo que hace unos meses me habría dejado temblando. He coincidido en el metro con el chico con el que estuve quedando hace un tiempo, ese mismo que un día me dijo, sin que le temblara la voz, que con mi esclerosis nadie querría nada conmigo más que encuentros puntuales, que nadie “hipotecaría su vida” por alguien destinado, según él, a terminar postrado en una silla. Aquel comentario me atravesó y me hundió; me hizo sentir pequeño, insignificante, una carga incluso antes de serlo. Durante mucho tiempo creí que llevaba razón, que quizá yo no era más que una vida en pausa que nadie querría compartir. Hoy, en ese vagón lleno donde casi no cabía un alma más, me lo he encontrado. Ni siquiera me saludó: simplemente empezó a rozarse contra mí, como si nada hubiera pasado, como si tuviera algún derecho sobre mí. Le pedí que parara, pero siguió, así que me bajé en la siguiente estación solo para quitármelo de encima. En el andén vino detrás y...

Cien latidos

Cien textos. Cien momentos en los que escribir fue lo único que pude hacer cuando todo lo demás me sobrepasaba. No siempre tuve fuerzas, y muchas veces no encontraba sentido alguno, pero incluso en los días más rotos, o precisamente en ellos, algo dentro de mí necesitaba salir, ser dicho, narrarse, aunque fuera al vacío. Como si poner palabras fuera, todavía, la única forma posible de seguir existiendo sin romperme del todo. No hay victoria aquí, ni redención. No hay moraleja de superación ni aplausos por haber llegado tan lejos. Lo único que puedo afirmar con certeza es que sigo, más cansado, con un cuerpo que se desmorona por dentro y una mente que hace tiempo que dejó de estar del todo entera, pero sigo. Y eso, con esta enfermedad, ya es mucho más de lo que parece. No recuerdo el momento exacto en el que decidí empezar este blog, solo sé que necesitaba un sitio donde volcar todo lo que no podía decir en voz alta. No buscaba consuelo, ni comprensión, ni siquiera compañía. Solo necesi...