Ir al contenido principal

Cuando un psicólogo se convierte en tu amigo

 

Esta noche en el hospital me está dando mucho tiempo a escribir mientras espero a que pase el dolor y caer dormido, por ello he dejado varias entradas programadas para que se vayan publicando mañana. Llevo tiempo queriendo hablar de mi psicólogo, o más bien mi amigo hoy en día.

Hace tiempo ya, en uno de mis momentos donde no iba todo bien en mi vida, mi ancla me insistió en que debía acudir a algún centro o asociación donde entendiesen la esclerosis y donde pudiese hablar con gente con mis mismos problemas o al menos con algún profesional de la salud mental. Yo siempre había renegado mucho de los psicólogos, no me llamaba nada la atención el ponerme a hablar de mis problemas en la vida con un completo desconocido, pero al final ante la insistencia de que probara a ir acabé cediendo y me alegro mucho de haberlo hecho.

Cuando llegué al centro me informaron de que había grupos de apoyo, pero a mi eso no me ha llamado nunca la atención, contar mis problemas frente a un grupo de desconocidos es demasiado para mí, ya que a una sola persona ya me cuesta un mundo. Por ello escogí la otra opción, hablar con un psicólogo que trabajaba allí. Las primeras sesiones con él eran raras, yo no me abría del todo y no le llegaba a contar ni la mitad de lo que me pasaba. Sin embargo, empecé a confiar más en él y vi como me apoyaba y la ayuda que me daba.

Cada vez iba mejor en sus sesiones e iba haciendo progresos, pero el punto de inflexión llegó de verdad cuando me contó la historia de su hermano. Mi psicólogo había estudiado psicología pensando en otras vías de futuro, pero acabo dedicándose a tratar gente con enfermedades crónicas, y más específicamente afectados por esclerosis, debido al gran choque que le produjo que su hermano falleciese en la lucha contra esa misma enfermedad. Su muerte no fue fácil para él, ya que su hermano tiró la toalla, se rindió porque no aguantaba más. Sin embargo, aún sufriendo esa situación en el pasado, no ha dudado nunca en ayudarme y no dejarme, convirtiéndose en un amigo más que en un psicólogo. Si me encuentro con tu hermano al otro lado sólo tendré buenas palabras de tu parte. Siempre me has dicho que la forma de ser de él era muy parecida a la mía y que te recordaba mucho a él; sólo espero tener una decima parte de todas las cualidades que me comentaste que tenía.

En estos últimos días hemos tenido un pequeño malentendido entre los dos y me he enterado de algunas cosas que al principio no entendía, pero te perdono, porque sé que todo lo que has hecho jamás sería para hacerme daño, sino para ayudarme siempre. Te dejo como regalo la canción que me dijiste que era la preferida de tu hermano, que además habla de gente que tiene sueños que ya no puede alcanzar y la soledad que produce ese sentimiento, cosa con la que también me siento identificado



Comentarios

Entradas populares de este blog

La fuerza del destino

Han transcurrido cinco meses desde la última vez que vertí mis pensamientos en este rincón digital, y hoy retorno a él impulsado por dos motivos fundamentales. El primero nace de la recomendación de mi psicólogo, con quien he estado trabajando diligentemente para comprenderme mejor y enfrentar los desafíos que la vida ha arrojado a mi camino. Pero no es únicamente esta sugerencia profesional la que me trae de vuelta a estas líneas. Siento una necesidad profunda de desahogarme aquí, aunque sea solo por esta vez, sin prometer continuidad. Este escrito servirá, al menos, para aligerar algunos de los pesares que me han estado abrumando últimamente. Para dar algo de contexto, he atravesado una depresión que casi me consume por completo. Aunque he recorrido un largo camino hacia la mejoría, la oscuridad aún no ha abandonado del todo mi horizonte. A esto se suma la angustia por la grave situación de salud de mi padre, una realidad que me ha forzado a replantear muchas cosas en mi vida, temas ...

El miedo de ser una carga

Cuando recibes malas noticias en la vida, el primer instinto es la negación, buscar una manera de minimizar el problema o, mejor aún, de hacerlo desaparecer por completo. Como mencioné en publicaciones anteriores, los últimos resultados de mi enfermedad no fueron alentadores. Me han comunicado que he entrado en la fase final, y pronto empezaré a sentir todo el peso de la esclerosis. A veces me engaño a mí mismo pensando que lo he aceptado, pero la realidad es muy distinta. Intento encontrar algún pequeño atisbo de esperanza. Por eso hoy acudí a otro neurólogo, especialista en esta enfermedad, en busca de una segunda opinión. Sin embargo, no obtuve lo que buscaba; la consulta solo confirmó el diagnóstico inicial. Es difícil vivir cuando tu futuro está condicionado por algo así. En este momento, me siento roto en mil pedazos, y recurro al blog para intentar recomponerme, soltando aquí lo que pienso. Quizás me estoy abriendo demasiado y eso me asusta, tal vez incluso acabe borrando esta p...

Carta al niño que fui

Como mencioné en mi última publicación, la situación ha empeorado notablemente desde la última revisión médica, y las noticias no han sido alentadoras. Estoy trabajando con mi psicólogo para aprender a sobrellevar esta fase final de la enfermedad, y, como parte de ese proceso de aceptación, me sugirió escribir una carta a ese niño que alguna vez fui, antes del diagnóstico, antes siquiera de enfrentar los aspectos más oscuros de la vida. He reflexionado mucho sobre cómo redactar esta carta, sobre qué palabras podría ofrecerme a mí mismo para prepararme ante todo lo que estaba por venir. Se amontonan tantas ideas en mi cabeza, pero intentaré destilar lo esencial en este post, enfocándome en lo que considero más importante. Lo primero que le diría a ese niño es, inevitablemente, que enfrentará una situación de salud devastadora, algo que trastocará todo lo que hasta entonces conocía. Ese monstruo, la esclerosis, lo golpeará con una fuerza implacable, pero a la vez, le abrirá los ojos para...