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Cien latidos

Cien textos. Cien momentos en los que escribir fue lo único que pude hacer cuando todo lo demás me sobrepasaba. No siempre tuve fuerzas, y muchas veces no encontraba sentido alguno, pero incluso en los días más rotos, o precisamente en ellos, algo dentro de mí necesitaba salir, ser dicho, narrarse, aunque fuera al vacío. Como si poner palabras fuera, todavía, la única forma posible de seguir existiendo sin romperme del todo. No hay victoria aquí, ni redención. No hay moraleja de superación ni aplausos por haber llegado tan lejos. Lo único que puedo afirmar con certeza es que sigo, más cansado, con un cuerpo que se desmorona por dentro y una mente que hace tiempo que dejó de estar del todo entera, pero sigo. Y eso, con esta enfermedad, ya es mucho más de lo que parece. No recuerdo el momento exacto en el que decidí empezar este blog, solo sé que necesitaba un sitio donde volcar todo lo que no podía decir en voz alta. No buscaba consuelo, ni comprensión, ni siquiera compañía. Solo necesi...
Entradas recientes

Allí donde solíamos gritar

Hace unas semanas, cuando escribí mi última entrada, mencioné algo que me tenía en vilo: me ofrecieron participar en un ensayo clínico. Un posible tratamiento, una posibilidad de frenar o incluso curar esta enfermedad que no deja de desgastarme. Durante días estuve dudando, dándole vueltas, con miedo, con ilusión... pero finalmente dije que sí. Me lancé. Tomar esa decisión me costó. Porque no se trataba solo de poner mi cuerpo en manos de la ciencia, era también volver a creer. Abrir una rendija de esperanza. Ilusionarme, aunque me repitiera que no debía hacerlo. Pero lo hice. Me permití imaginar algo distinto. Me permití pensar que quizá, esta vez, la vida podía darme un respiro. Incluso empecé a proyectarme más allá del dolor, más allá del deterioro, como si realmente pudiera permitirme pensar en un "después". Pero después de todas las pruebas, me descartaron. No por algo que hiciera mal, no por algo que pudiera controlar, sino porque estoy en una fase más avanzada de la es...

La línea invisible entre la esperanza y el agotamiento

  Hoy quería hablar de una decisión importante, de esas que te sacuden por dentro y no te dejan dormir. Pero la verdad es que no sé si esto va a ser una entrada ordenada. No tengo claro si quiero contar algo o simplemente sacar el nudo que tengo ahora mismo en el pecho. Así que, si estás leyendo esto, gracias por quedarte, aunque no tenga respuestas, aunque solo sea un grito por escrito. Hace unos días me ofrecieron participar en un ensayo clínico. Es de fase 2, todavía experimental. Un fármaco nuevo que dicen que podría regenerar la mielina. Sí, regenerar. No detener el avance de la esclerosis múltiple, no solo estabilizar… sino reconstruir . Suena a ciencia ficción. Suena a milagro. Suena a esa promesa que tantas veces he oído y tantas veces me ha roto. Al principio lo escuché con cierta distancia. He aprendido, a lo largo de estos años, a no ilusionarme rápido. A no dejarme arrastrar por la esperanza sin más. Pero después de la consulta, algo en mí empezó a removerse. Volví ...

Gritando en silencio

Son las once de la noche y aquí estoy otra vez, sin poder dormir, sin encontrar una posición que alivie este dolor que me atraviesa las piernas y me deja sin aliento. Es un dolor traicionero, que no avisa, que no se puede predecir, pero cuando llega lo devora todo. Se instala en mi cuerpo como un enemigo implacable, que no descansa, que no tiene compasión. Quemazón, calambres, descargas eléctricas recorriéndome de arriba abajo como si alguien estuviera hurgando en mis nervios con agujas incandescentes. Me muerdo el labio para no gritar, me encojo sobre mí mismo intentando reducirlo, engañarlo, hacerlo desaparecer. Pero no hay forma. El dolor sigue ahí, indiferente a mi desesperación. La noche avanza, pero para mí el tiempo es un concepto borroso. Solo existen las punzadas que van y vienen, la presión insoportable, el ardor que me deja sin respiración y las lágrimas que ahora mismo no puedo contener. No quiero llorar, no quiero permitírmelo, pero es imposible. Estoy solo en casa y no le...

Seguir adelante cuando ya no sé por qué

No tengo muchas ganas de escribir en el blog hoy. La verdad es que últimamente me cuesta poner en palabras lo que siento, como si escribirlo lo hiciera más real, más definitivo. Pero mi psicólogo me recomienda que después de cada sesión intente plasmar aquí cómo me siento, que lo use como una forma de desahogo. Así que aquí estoy, intentando poner en orden este torbellino de pensamientos. Anoche, cuando me metí en la cama, sentí ese viejo conocido regresar: un dolor sordo en la pierna, como si algo dentro de mí estuviera avisándome de que las cosas podrían cambiar en cualquier momento. No era insoportable, pero tampoco insignificante. Solo estaba ahí, recordándome que mi cuerpo juega con reglas propias, que la esclerosis múltiple nunca se va del todo, solo espera. Es un recordatorio silencioso, insistente, de que mi cuerpo sigue siendo un campo de batalla, aunque algunas veces parezca un territorio en calma. Intenté ignorarlo. Me acomodé de un lado, luego del otro. Respiré profundo...

Quién podrá sanar este vacío

A veces miro a mi alrededor y veo la vida de los demás como si estuviera detrás de un cristal. Pasan los días, la gente sigue con sus rutinas, con sus alegrías y problemas, mientras yo solo sigo la corriente, no porque quiera, sino porque no encuentro razones para remar en otra dirección. No es tristeza ni rabia, es una sensación de vacío, de no pertenecer del todo a este mundo que gira sin pedirme permiso. Hay momentos en los que me pregunto si la felicidad es algo reservado para otros, si algún día dejaré de sentirme así o si simplemente estoy destinado a resignarme a este hueco en el pecho. Hoy, después de mucho tiempo, he estado solo en casa. Nadie a mi alrededor, nadie con quien fingir que estoy bien, nadie con quien forzar una sonrisa para que todo parezca normal. Y ha sido como si un dique se rompiera dentro de mí. Toda esa falsa felicidad que he construido con los demás, esa máscara que llevo puesta para no preocupar a nadie y para no ser una carga, se ha caído de golpe, dejá...

Cuando nadie quiere quedarse a luchar

Nunca pensé que el mayor peso de tener esclerosis múltiple no sería el dolor, la fatiga o la incertidumbre, sino la soledad. La soledad real, esa que no se siente solo cuando estás en casa sin nadie con quien hablar, sino la que se instala en la piel, en la forma en que los demás te miran, en el modo en que las relaciones se desmoronan cuando el futuro se vuelve demasiado complicado de imaginar. Últimamente, esa soledad ha tomado una forma más oscura y pesada. La muerte de mi padre me ha removido más de lo que esperaba. No siempre tuvimos la mejor relación, y aunque con el tiempo aprendí a perdonar, su ausencia me ha dejado con una sensación extraña, como si hubiera perdido un ancla que, aunque no siempre estuviera firme, al menos estaba ahí. Ahora, sin él, la vida se siente un poco más vacía. Lo que más me ha golpeado en los últimos meses ha sido el rechazo. Dos personas con las que creí haber encontrado algo especial decidieron alejarse cuando supieron que tengo esclerosis múltiple...

Para ti papá

Hace mucho que no escribo en estas páginas y ahora no estoy pasando por un momento demasiado bueno y quiero retomarlo en algún momento, ya que creo que sincerarme aquí me viene bien. Sin embargo hoy simplemente quiero dejar escrito en este blog, mi lugar seguro, la carta que leí en tu despedida papá, para que el día que yo falte también, quede aquí por siempre. Querido papá, Hoy me enfrento a una de las experiencias más desafiantes de mi vida: despedirme de ti en este plano terrenal. Es un proceso complejo, lleno de emociones superpuestas, en el que el dolor de tu ausencia coexiste con una gratitud inmensa por todo lo que me legaste. Aunque el vacío que dejas es insondable, encuentro consuelo en los recuerdos imborrables que compartimos y en las enseñanzas que moldearon mi carácter y mi visión del mundo. Desde mis primeros años, fuiste un referente fundamental en mi desarrollo personal y moral. Con cada acto de generosidad y cada gesto de entrega, me enseñaste el verdadero significado ...

Amar con esclerosis

No sé bien cómo empezar esta entrada. Tengo el corazón hecho pedazos, y escribirlo aquí es lo único que me ayuda a darle un poco de sentido a todo este caos. Hace unos días recibí un correo, uno que no puedo dejar de leer, aunque cada palabra me duela más que la anterior. Él era mi refugio, mi pequeño pedazo de felicidad en un mundo que a veces siento demasiado grande y hostil para mí. Con él, todo se sentía más fácil. Por un tiempo, me atreví a creer que podía tener algo bonito, algo mío, algo que mi enfermedad no pudiera romper. Pero me equivoqué. El correo lo dice todo: me quiso, sí. Me vio, me valoró y me amó de una forma que nunca antes había sentido. Pero no fue suficiente. Mi cuerpo, mi esclerosis, mi realidad… todo eso pesó más que lo que podíamos construir juntos. Y ahora, lo único que me queda es el eco de sus palabras y el vacío de su ausencia. Cuando lo conocí, nunca pensé que alguien pudiera mirarme de la forma en que él lo hacía. Me hacía sentir como si mi cuerpo, con t...

Los abrazos que no llegan

Hoy quiero escribir algo que llevo tiempo guardando, algo que pesa en mi mente y en mi corazón. Es una historia sobre amor, rechazo, miedo y, sobre todo, la sensación de no ser suficiente. No sé si al ponerlo en palabras lograré sentirme mejor, pero al menos necesito intentarlo. Tal vez escribirlo sea la única forma de sacar un poco de este dolor que parece no tener fin. Hace casi diez años me diagnosticaron esclerosis múltiple. Tenía 26 años, y en ese momento mi vida cambió para siempre. Los planes, los sueños y las certezas que tenía comenzaron a desmoronarse, y aunque he aprendido a vivir con muchas cosas —los síntomas, los tratamientos, la incertidumbre—, lo que nunca he podido manejar del todo es cómo esta enfermedad afecta mis relaciones. Especialmente, mis relaciones con las personas que más quiero. El amor ha sido un camino lleno de obstáculos, de rechazos que siempre me dejan sintiendo lo mismo: que no soy suficiente para nadie. La primera vez que alguien me rechazó por mi enf...

Las sorpresas de la vida

La vida es, en gran parte, una sucesión de sorpresas. A veces son bienvenidas, otras aparecen de forma inesperada y, en ocasiones, llegan de forma tan abrumadora que cuesta asimilarlas. Hay experiencias que pueden cambiar nuestros planes, enseñarnos lecciones profundas o llevarnos a lugares que jamás hubiéramos imaginado. Para mí, uno de esos cambios ha sido la esclerosis, una de esas sorpresas dolorosas que, sin previo aviso, llega y arrasa con todo lo que encuentra. Esto me ha apartado de mi blog durante un tiempo, ya que empecé a verlo como un espacio negativo. Sin embargo, hoy me siento en la necesidad de vaciar aquí todo lo que llevo dentro, un desahogo para encontrar un poco de paz en medio de esta tormenta. Hace un mes tuve otro brote en las piernas y, aunque me alegra que haya pasado, este episodio me dejó un miedo latente, más profundo que antes. Quizá porque hacía tiempo que no me sentía tan vulnerable, tan impotente, dependiendo de otros para realizar incluso las cosas más s...

El miedo de ser una carga

Cuando recibes malas noticias en la vida, el primer instinto es la negación, buscar una manera de minimizar el problema o, mejor aún, de hacerlo desaparecer por completo. Como mencioné en publicaciones anteriores, los últimos resultados de mi enfermedad no fueron alentadores. Me han comunicado que he entrado en la fase final, y pronto empezaré a sentir todo el peso de la esclerosis. A veces me engaño a mí mismo pensando que lo he aceptado, pero la realidad es muy distinta. Intento encontrar algún pequeño atisbo de esperanza. Por eso hoy acudí a otro neurólogo, especialista en esta enfermedad, en busca de una segunda opinión. Sin embargo, no obtuve lo que buscaba; la consulta solo confirmó el diagnóstico inicial. Es difícil vivir cuando tu futuro está condicionado por algo así. En este momento, me siento roto en mil pedazos, y recurro al blog para intentar recomponerme, soltando aquí lo que pienso. Quizás me estoy abriendo demasiado y eso me asusta, tal vez incluso acabe borrando esta p...

Carta al niño que fui

Como mencioné en mi última publicación, la situación ha empeorado notablemente desde la última revisión médica, y las noticias no han sido alentadoras. Estoy trabajando con mi psicólogo para aprender a sobrellevar esta fase final de la enfermedad, y, como parte de ese proceso de aceptación, me sugirió escribir una carta a ese niño que alguna vez fui, antes del diagnóstico, antes siquiera de enfrentar los aspectos más oscuros de la vida. He reflexionado mucho sobre cómo redactar esta carta, sobre qué palabras podría ofrecerme a mí mismo para prepararme ante todo lo que estaba por venir. Se amontonan tantas ideas en mi cabeza, pero intentaré destilar lo esencial en este post, enfocándome en lo que considero más importante. Lo primero que le diría a ese niño es, inevitablemente, que enfrentará una situación de salud devastadora, algo que trastocará todo lo que hasta entonces conocía. Ese monstruo, la esclerosis, lo golpeará con una fuerza implacable, pero a la vez, le abrirá los ojos para...