Ir al contenido principal

Entradas

Alejarme para no romper

He tomado una decisión. No ha sido fácil llegar hasta aquí, pero siento que ya no puedo seguir de otra manera. La decisión de alejarme, de poner distancia, de no contagiar esta tristeza que llevo dentro y que cada vez me resulta más imposible de disimular. Sé que no me queda mucho, ya sea por la enfermedad que avanza sin piedad o porque en algún momento me rinda. Y quiero irme dejando un buen recuerdo, no una versión apagada de mí mismo que solo provoque preocupación o cansancio a quienes me rodean. No quiero que cuando piensen en mí, lo primero que les venga a la mente sea este rostro cansado o estas ausencias en la conversación. Prefiero que conserven la imagen de lo que fuimos: las risas, los viajes, las confidencias, las madrugadas llenas de palabras y de silencios compartidos. Nada es igual que antes. Lo noto en cada gesto, en cada plan, en cada conversación. Lo que antes me parecía natural hoy me resulta ajeno, como si perteneciera a otra vida que ya no es la mía. Es como ver f...
Entradas recientes

La llamada

Después de este último brote debería sentirme feliz. Debería estar agradecido por haber recuperado movimiento, por volver a caminar, por volver a usar mi brazo. Y claro que lo estoy, sería injusto negarlo. Pero lo que me sorprende, lo que me desconcierta, es que lo que siento con más fuerza no es alegría, sino una tristeza enorme. Una tristeza que me atraviesa como un río subterráneo, que no me deja tranquilo, pero que al mismo tiempo viene acompañada de algo inesperado: una calma que nunca había sentido antes. Es difícil de explicar. No es la calma de quien ha encontrado una solución o de quien ha alcanzado la paz después de una tormenta. No. Es más bien la calma de quien acepta una evidencia inevitable, como el mar que vuelve una y otra vez a la orilla. Es como si dentro de mí hubiera una voz que me repite: ya hiciste lo que tenías que hacer en este mundo, puedes irte tranquilo. Y esa idea, lejos de asustarme, me trae serenidad. Siento como si, con cada recaída, me hubiera ido despid...

Una cicatriz más

  El brote ha pasado. Hoy, después de días de parálisis, he podido volver a ponerme de pie. He vuelto a andar, a mover el brazo, a sentir que mi cuerpo me obedece, aunque sea a medias, aunque sea con torpeza. No puedo negar que estoy feliz: volver a caminar después de haber estado atrapado en la cama se siente como un milagro pequeño. Algo que antes era tan natural, dar un paso, levantar un vaso, abrocharme una chaqueta, hoy me sabe a regalo. Podría decir que me siento libre, pero no sería del todo cierto. Lo que siento es una mezcla extraña: alivio por recuperar algo tan básico como moverme y, al mismo tiempo, miedo de saber que volveré a perderlo. Es como recibir un préstamo con fecha de caducidad. Y esa certeza empaña incluso la alegría. Porque este brote, como todos, ha dejado su marca. Ha dejado una cicatriz sobre una herida grande que ya tenía desde hace tiempo. La herida de saber que la enfermedad no perdona, que siempre vuelve, que cada mejoría es solo un paréntesis. La...

Hoy no me puedo levantar

 Llevo un día y medio en la cama, inmóvil. La parte izquierda de mi cuerpo ha decidido desconectarse de mí, como si alguien hubiera bajado un interruptor sin avisar. La pierna no responde, el brazo tampoco, y la mano, que tantas veces he intentado convencer para que se mueva, permanece muda, terca, inerte, como si ya no formara parte de mí. Es una sensación extraña, casi antinatural, porque la mitad de mi cuerpo sigue viva, obediente, mientras la otra mitad yace como un miembro ajeno, muerto, colgando de mí pero sin pertenecerme. Esa división no es solo física: es un recordatorio cruel de que ya no soy entero, de que estoy partido en dos. Nunca deja de impresionar. Nunca se vuelve rutina. Puedo haber pasado por esto muchas veces, pero cada vez me sacude como la primera. Y en este brote, que se ha complicado más de lo esperado, la sacudida ha sido aún más fuerte. El tiempo adquiere un ritmo extraño cuando no puedes moverte. Los segundos se estiran hasta volverse espesos, las horas s...

Me quedo atrás

Escribo estas líneas con la mano derecha. La izquierda… bueno, la izquierda ha decidido quedarse quieta, inmóvil, como si no fuera mía. Es una imagen que impresiona incluso a mí, que ya he vivido cosas parecidas. La miro y no la reconozco. La orden está ahí, el pensamiento viaja, pero el movimiento no llega. Es como si mi cerebro enviara una carta y el cartero se hubiera perdido. Esa desconexión entre la voluntad y la realidad me resulta un abismo. Y por más veces que haya pasado, no se convierte en rutina. No hay costumbre posible ante algo así; cada vez es una sacudida nueva. Cada brote trae consigo un recordatorio cruel: que la esclerosis no descansa. No se detiene, no espera, no negocia. Avanza con la indiferencia de una marea que sube, aunque grites. Y lo hace en silencio, pero con firmeza. Yo intento plantarle cara, pero ella no parece darse por enterada. Lo que hace que esta vez me pese más es el momento en el que ha llegado. No ha sido en un día gris cualquiera, sino justo desp...

Caer y seguir respirando

  Hoy necesitaba escribir aquí, aunque ya hace tiempo que no lo hago. Quizás porque sentí que ya no podía hablar con sinceridad en estas páginas digitales, pero creo que ha pasado el suficiente tiempo para volver a ser un lugar más invisible donde poder abrirme y desahogarme un poco. No sé ni por qué escribo esto. O mejor dicho: sí lo sé, pero me cuesta admitirlo. Escribo porque no tengo otro lugar donde dejar todo esto que me está aplastando. Porque si no lo escribo, se me enquista adentro. Y ya tengo suficientes cosas pudriéndose en el pecho. Hace unos días volví a intentarlo. Sí. Una vez más. Y sí, sigo aquí. No lo cuento para que nadie me tenga lástima. No lo cuento para llamar la atención. Lo cuento porque me estoy cayendo, hondo, lento, sin freno, y necesito decirlo en algún lado, aunque sea en este rincón casi invisible que es mi blog. Me siento como un cuerpo que sobrevive por pura inercia. Me levanto cada día sin ilusión. No porque haya una meta, o un motivo, o un sueño al...

Cien latidos

Cien textos. Cien momentos en los que escribir fue lo único que pude hacer cuando todo lo demás me sobrepasaba. No siempre tuve fuerzas, y muchas veces no encontraba sentido alguno, pero incluso en los días más rotos, o precisamente en ellos, algo dentro de mí necesitaba salir, ser dicho, narrarse, aunque fuera al vacío. Como si poner palabras fuera, todavía, la única forma posible de seguir existiendo sin romperme del todo. No hay victoria aquí, ni redención. No hay moraleja de superación ni aplausos por haber llegado tan lejos. Lo único que puedo afirmar con certeza es que sigo, más cansado, con un cuerpo que se desmorona por dentro y una mente que hace tiempo que dejó de estar del todo entera, pero sigo. Y eso, con esta enfermedad, ya es mucho más de lo que parece. No recuerdo el momento exacto en el que decidí empezar este blog, solo sé que necesitaba un sitio donde volcar todo lo que no podía decir en voz alta. No buscaba consuelo, ni comprensión, ni siquiera compañía. Solo necesi...

Allí donde solíamos gritar

Hace unas semanas, cuando escribí mi última entrada, mencioné algo que me tenía en vilo: me ofrecieron participar en un ensayo clínico. Un posible tratamiento, una posibilidad de frenar o incluso curar esta enfermedad que no deja de desgastarme. Durante días estuve dudando, dándole vueltas, con miedo, con ilusión... pero finalmente dije que sí. Me lancé. Tomar esa decisión me costó. Porque no se trataba solo de poner mi cuerpo en manos de la ciencia, era también volver a creer. Abrir una rendija de esperanza. Ilusionarme, aunque me repitiera que no debía hacerlo. Pero lo hice. Me permití imaginar algo distinto. Me permití pensar que quizá, esta vez, la vida podía darme un respiro. Incluso empecé a proyectarme más allá del dolor, más allá del deterioro, como si realmente pudiera permitirme pensar en un "después". Pero después de todas las pruebas, me descartaron. No por algo que hiciera mal, no por algo que pudiera controlar, sino porque estoy en una fase más avanzada de la es...

La línea invisible entre la esperanza y el agotamiento

  Hoy quería hablar de una decisión importante, de esas que te sacuden por dentro y no te dejan dormir. Pero la verdad es que no sé si esto va a ser una entrada ordenada. No tengo claro si quiero contar algo o simplemente sacar el nudo que tengo ahora mismo en el pecho. Así que, si estás leyendo esto, gracias por quedarte, aunque no tenga respuestas, aunque solo sea un grito por escrito. Hace unos días me ofrecieron participar en un ensayo clínico. Es de fase 2, todavía experimental. Un fármaco nuevo que dicen que podría regenerar la mielina. Sí, regenerar. No detener el avance de la esclerosis múltiple, no solo estabilizar… sino reconstruir . Suena a ciencia ficción. Suena a milagro. Suena a esa promesa que tantas veces he oído y tantas veces me ha roto. Al principio lo escuché con cierta distancia. He aprendido, a lo largo de estos años, a no ilusionarme rápido. A no dejarme arrastrar por la esperanza sin más. Pero después de la consulta, algo en mí empezó a removerse. Volví ...

Gritando en silencio

Son las once de la noche y aquí estoy otra vez, sin poder dormir, sin encontrar una posición que alivie este dolor que me atraviesa las piernas y me deja sin aliento. Es un dolor traicionero, que no avisa, que no se puede predecir, pero cuando llega lo devora todo. Se instala en mi cuerpo como un enemigo implacable, que no descansa, que no tiene compasión. Quemazón, calambres, descargas eléctricas recorriéndome de arriba abajo como si alguien estuviera hurgando en mis nervios con agujas incandescentes. Me muerdo el labio para no gritar, me encojo sobre mí mismo intentando reducirlo, engañarlo, hacerlo desaparecer. Pero no hay forma. El dolor sigue ahí, indiferente a mi desesperación. La noche avanza, pero para mí el tiempo es un concepto borroso. Solo existen las punzadas que van y vienen, la presión insoportable, el ardor que me deja sin respiración y las lágrimas que ahora mismo no puedo contener. No quiero llorar, no quiero permitírmelo, pero es imposible. Estoy solo en casa y no le...